domingo, 30 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXXI y XXXII

Capítulo XXXI


Sobre las 3.15 de la tarde dejan Versalles y regresan a París, aparcan el coche delante del hotel, entran en el hall y Sandra pregunta en recepción si tiene algún recado, le dan una nota que dice: “je t’appelle à 4 p.m. Ramón” y Carlos propone encontrarse de nuevo a las 5.30 de la tarde, así podrá hablar con Ramón e incluso descansar un poco; le asegura que ya tiene en mente el programa de por la tarde y prefiere que esté descansada. Sandra sube a su habitación sin rechistar y Carlos decide pasarse por la sede del partido para ver si hay novedades.

Desde las ventanas del salón de prensa, en el primer piso del Hotel U Prince de Praga, se contempla toda la plaza de la Ciudad Vieja y Ramón no pierde de vista el reloj astronómico, espera que sean las cuatro de la tarde para fotografiar a los 12 apóstoles, que como todas las horas y sin faltar a su cita, aparecen por una puerta y tras su corto recorrido desaparecen por otra hasta la próxima hora.
El ambiente entre los corresponsales es bueno pero en la ciudad reina la tensión de la espera; según los alemanes de “ Bild” en menos de 48 horas los tanques van a poner fin a la revuelta, según los de NY Tribune en la Casa Blanca ya están tomando medidas y del Krenlim ya ha salido la consigna de que nadie oponga resistencia si no quieren problemas. Todos los occidentales se sorprenden de la actitud entera y resoluta de los estudiantes que no están dispuestos a desalojar los puestos claves que han ocupado en la ciudad.
A las 4 en punto Ramón se asoma a la ventana y hace su foto, seguramente no ha salido tan profesional como si la hubiese tomado Sandra pero se conforma y a continuación  llama a su mujer a París.La conversación no es muy larga pero comprueba con satisfacción que Sandra ha superado su particular prueba de fuego y que el encuentro a solas con Carlos ha sido todo un éxito.

-No sabes como me alegro de oírlo Sandra- dice Ramón-  y por cierto ¿has podido hablar con tu madre?

-No, todavía no. Pienso hacerlo ahora cuando cuelgues pero no hay prisa. Carlos si ha hablado con ella esta mañana, antes de venir a buscarme y según él ya no está tan cansada como ayer.

-Bueno, cariño, no te preocupes que seguro que era el calor y el trabajo. Dale mucho recuerdos de mi parte cuando hables con ella y mis saludos a Carlos.

-Ya veremos, la excusa del calor y el trabajo no termina de convencerme, en fin, les daré recuerdos. Un beso y ten cuidado.

Tras esta breve conversación ambos cuelgan el teléfono y Sandra marca el número de su madre pero no obtiene contestación, probablemente esté comiendo fuera de casa, piensa, y decide llamar más tarde.
En realidad su madre está en casa, está en la terraza y deja sonar el teléfono; no quiere perder su concentración ahora que ha decidido empezar con el escrito más importante de su vida.

Sentada, con un bloc sobre sus rodillas Amanda empieza a escribir una carta. Esa misma mañana, al levantarse, después de una noche en vela, deja correr el agua en la bañera y tras tomarse el café se relaja en el agua con sales, cierra los ojos y medita lo que quiere hacer de una vez por todas. Al salir se encuentra de mejor humor y mucho más descansada. Después del baño se arregla para bajar a por la prensa y a eso de las diez suena el teléfono.  Un preocupado Carlos se interesa por ella y tras tranquilizarle y desearle de nuevo que tenga un buen día cuelga  decidida a tomar las riendas de su destino.
Se pasa la mañana mirando fotos y recordando los momentos más emocionantes de su vida con Agustín y ahora le está escribiendo una carta, una carta que al igual que Sandra, ella también dejará en la mesilla de la alcoba de Agustín.

Madrid 18 de agosto de 1968

Querido Agustín:

Aqui estoy, ante una hoja en blanco pensando que es lo que quiero decirte exactamente y como decírtelo, a pesar de que cuando estaba tomando un baño, relajada en la bañera, he escrito esta carta mentalmente, sigo sin encontrar las palabras.
Quizá deba empezar por el principio, por el efecto que me produjo tu carta, por el desconcierto que han sembrado tus palabras en mi y por el daño que me ha hecho el que no hayas sido del todo sincero conmigo, aunque ya ves, entiendo que hayas preferido callarte una parte de tu viaje si tu tampoco estabas seguro de realizarlo. No obstante y aunque es tu letra y son tus palabras  no me encajan  con la persona que yo creía conocer, con la persona que no tenía secretos y en la que yo confiaba incondicionalmente. Indudablemente o no te he conocido o has cambiado mucho en estos meses que llevamos separados, pensé al leerla por segunda vez y la culpable del cambio, volví a pensar, debe ser Patricia. Ya ves, aunque parezca ridículo tenía que buscar un atenuante para no echarme a mi toda la culpa de una situación que se me iba de las manos.
El sábado, es decir, ayer, mantuve una conversación con Patricia y cuando se fue me pasé toda la noche llorando, llorando por nosotros, llorando por la historia de Patricia y por sus palabras que me han hecho reflexionar. Me he pasado toda la mañana mirando las fotos de todos estos años y recordando nuestras conversaciones y he llegado a la conclusión que no te conozco, que nunca te he conocido, que nuca he hecho nada por conocerte y que curiosamente ha sido en esta misma terraza, desde la que ahora te escribo, donde hemos mantenido la conversación más íntima y personal de todos estos años. Tenías razón cuando decías que habías llegado a la conclusión que eramos compañeros de viaje y que el viaje llegaba a su fin,lo malo es que ni tan siquiera cuando lo dijiste te escuchaba, mejor dicho, su significado no me llegaba, no lo interpretaba como ahora lo hago.
Agustín, no sabes lo mal que me siento y la rabia que tengo pero tu también has tenido parte de culpa. Yo he sido una egoísta, es cierto, siempre he dado por sentado que tú estabas ahí, que tú entendías que una parte de mi ser pertenecía a otra persona y que te conformabas con tenerme a tu lado, que eras feliz cuidando de mi como prometiste y que mi cariño, respeto y afecto eran suficientes. ¡qué ilusa he sido!
Antes te he dicho que tu tenías algo de culpa y es verdad porque nunca me diste a ntender en estos años que no estabas dispuesto a seguir asi, a sacrificarte por mi; entiendo que en los primeros años no lo hicieras pero si alguna vez, cuando Sandra ya era más mayor, hubiese sacado el tema hubiéramos podido discutir la situación pero ahí está el problema Agustín, tú nunca discutes, nunca querías polémicas y por eso no tratabas los temas políticos conmigo, aunque te gustase oir mis debates con Sandra, tu te mantenías al margen y salvo los temas de la facultad y la educación de la niña no teníamos más temas de qué hablar.
De todos modos creo que ninguno de los dos somos culpables del todo. Los dos nos resignamos a seguir el camino que el destino nos había marcado y si Carlos no hubiese vuelto nos hubiésemos hecho viejos sin que ninguno de los dos hubiese sido completamente feliz, viviendo a la sombra de la felicidad de Sandra.
Me decías en tu carta que si quería a tu vuelta arreglábamos nuestra separación legalmente y ahora te pido que lo hagas. Los dos lo necesitamos, tenemos que empezar una nueva etapa, siendo amigos porque sin tu amistad no podría hacerlo, pero al día de hoy estoy segura, muy segura, de que te tengo que dejar libre, que jamás podré amarte como tu mereces y aunque sé que tu no pierdes la esperanza, sería un crimen dejarte pensar que podría ser de otro modo. Perdóname, te quiero muchísimo y eres muy importante en mi vida pero no te amo, nuca te he amado y no te amaré.
Siento ser tan dura y sé que mis palabras te pueden hacer daño pero creo que en el fondo tu sabes que es la única verdad y yo quiero que recuperes a la persona que eras antes de conocerme, a esa persona llena de ilusiones y planes, que vueles y encuentres quien te ame por ti mismo porque si hay alguien que lo merece, ese eres tú.
Recibe un beso y un hasta siempre, con todo mi cariño.

Amanda.


Cuando termina la carta la mete en un sobre y la cierra, no quiere releerla, no quiere cambiar nada y antes de llevar la carta a su destino busca el teléfono del hotel de París y llama a Sandra.



Capítulo XXXII


Martes 20 de agosto, 12 de la mañana; el avión con  destino a Madrid, con Sandra a bordo, acaba de despegar de Orly mientras Carlos abandona el aeropueto camino de una reunión que se presenta larga como preámbulo de muchas otras que están por venir. Se congratula de haber podido pasar casi tres días seguidos con Sandra, tres días que le han parecido cortos pero que han sido los mejores que ha tenido en muchos años.  Ayer mismo, durante la visita a “”Lafayette”” le compra un pequeño obsequio para ella y otro para el niño.
“Nunca pensé que ir de compras, entrar en una boutique sí y en otra también o mirar escaparates me fuera a gustar pero la verdad es que me encantó compartir esta actividad tan banal y superficial con mi hija” piensa mientras entra en el portal de la sede en París.
En el avión, Sandra se desabrocha el cinturón, saca del bolso una novela, regalo de Carlos y con ella en la mano, echa un vistazo a la otra bolsita que lleva consigo en la que hay otro regalo: una ranita para el pequeñajo, como Carlos le ha llamado, y unos zapatitos que el mismo eligió en la sección de bebés.
Sandra intenta leer la novela, una traducción al francés del original escrito en inglés, cuyo autor, Hans Koning, tiene varios amigos en el partido, según Carlos, a pesar de que ahora resida en los Estados Unidos.  Recuerda que le preguntó:

- ¿Y tú también le conoces?

-No tanto como mi camarada Ricardo pero coincidí con él en la resistencia, después pasó a ser traductor de los aliados y en su periódico de izquierda, cuando él era editor, hemos publicado varios artículos, tiene en su haber la Cruz de la Resistencia holandesa.

-Muy interesante y la novela “ Caminando con el amor y la muerte”” ¿te ha gustado?

-A mi sí y cuando la leas podemos discutirla. El escenario: Francia inmensa en la Guerra de los Cien años. Campesinos que se enfrentan a los nobles, la iglesia que los deja de lado y un joven estudiante, de camino a Inglaterra en busca de la libertad, testigo de todo lo que pasa, encuentra en su caminar a una joven noble.  Entre tanta desolación y oscuridad el amor toma vida.

-¿Amores imposibles?

-Juzga tu misma.Espero que te guste

Sandra también lo espera y comienza a leer pero no puede concentrarse, a su mente acuden los recuerdos de la tarde del domingo, del paseo en barco por el Sena y la cena cerca de la Opera que le permite enseñarle la casa en la que su madre pasó su adolescencia en París; recuerda como entre los dos se imganinaban a su madre recorriendo la calle, con coleta, con trenzas y de punta en blanco , entrando en la panadería o asistiendo al colegio.
En el restaurante Sandra pide a Carlos que cuente algo de su padre, al que también le gustaba la fotografía y sobre su infancia.

-¿De dónde es tu familia? Y ¿dónde ha nacido el verdadero y único Carlos?, si se puede saber y no es secreto de estado, claro-le pregunta Sandra guiñándole un ojo y mirando para todos los lados.

-¡Qué curiosa que eres y qué discreta! – contesta Carlos. ¿Quieres la versión corta o la larga?

-Déjate de bobadas y comienza- le dice Sandra en tono serio pero sin poder disimular la risa.

-Vale, vale.- contesta Carlos, contento con la confianza que va ganado con Sandra- Mis padres nacieron en la misma provincia pero en diferentes pueblos y se conocieron en Zaragoza, a los pocos meses de casarse se fueron a vivir a Santander y allí nací yo, un 30 de noviembre. Hasta los 12 años fui un niño feliz, no tenía grandes problemas iba al colegio y soñaba con ser aviador y volar por todo el mundo. Mi padre era ingeniero naval; un buen hombre que se preocupaba por el bienestar de los obreros de los astilleros, amante de la fotografía y de la naturaleza, soñador empedernido y devoto lo justo, los domingos y días de fiesta para no enfadar a mi madre. Todos los domingos, después de la misa de las 12, íbamos a la playa con nuestras cometas y mi padre nos hacía fotos y en el verano nos quedábamos a comer en la playa, si el tiempo lo permitía. Mi madre extendía una manta y de una maleta de mimbre sacaba  platos, vasos, tenedores y de las tarteras la tortilla y las empanadas que había preparado en casa, era una rutina que no me aburría y que eché de menos cuando en1929 nos mudamos a Cartagena.

-¿Qué paso entonces? – pregunta Sandra cortando con su cuchillo su filet de boeuf

- Al principio nada, era otra ciudad y otras costumbres, mi padre en seguida hizo amigos y yo me integré bastante bien, ya era casi un hombre y en el colegio descubrí el teatro y a muchos clásicos. En 1933 nuestra vida, cómoda pero comprometida, cambió con la muerte de mi padre de forma violenta. Mi padre salía del puerto cuando se encontró con un grupo de obreros que estaban discutiendo entre sí. Desde hacía unos días los partidarios de Acción Nacional estaban calentando el ambiente y ese día estalló. Mi padre se puso en el medio y consiguió hacerse con la situación al tiempo que venían los guardias.
Dos días más tarde mi padre no regresó a casa, mi madre alarmada y con razón, comenzó a buscarle y junto con la guardia lo encontraron muerto en un muelle del puerto. Le habían dado una paliza antes de pegarle un tiro en la sien. Después del entierro le recomendaron a mi madre, unos buenos amigos con conexiones en la Falange que no removiera el asunto y abandonase Cartagena, que sería lo mejor para ella y para mi, así lo hizo, volvió a Zaragoza con su familia y a finales de 1935 cruzó la frontera francesa junto con otros familiares y yo, a mis 17 años me uní al ejercito republicano.

-¡Maldita violencia sin sentido! Siempre es lo mismo, en todas las partes y no sabes como te entiendo. En Vietnan he visto como se truncaba la vida de tantos jóvenes y una vez estuvimos, unos cuantos periodistas y fotógrafos, a punto de ser víctimas por un ataque sorpresa. Creo que ese día descubrí una faceta mía que no me gusta nada. Si hubiese tenido en mis manos un arma en lugar de mi cámara hubiese disparado sin pensarlo.

- ¿Qué pasó Sandra?-pregunta Carlos mirándola muy seriamente.

- Mejor te lo cuento otro día. Ahora quiero disfrutar de esta cena y quedarme con esa imagen que ya me he formado, de un chico de 10 años con pantalón corto corriendo por una playa con los pies descalzos y el pelo alborotado por el viento con su cometa volando.

-Como quieras – responde Carlos y tomando su copa de vino invita a Sandra a brindar por ellos y su próximo encuentro.

""A los postres- sigue recordando Sandra- terminamos hablando de literatura y cuando me dejó en el hotel quedamos para comer juntos al día siguiente. Después en mi habitación escribí a mi padre, mi segunda carta desde París contándole como había sido el día y.....””

La voz del piloto anuncia que la tripulación debe tomar asiento para empezar el aterrizaje y Sandra deja los recuerdos para otro momento, media hora más tarde abandona en un taxi el aeropuerto de Barajas dirección General Mola.


Agosto está a punto de acabar y el nuevo curso escolar a la vuelta de la esquina pero Teresita no quiere ni oir hablar de volver al colegio. Beatriz trata de consolarla pero Carmen sabe que no va a ser nada de fácil, es la primera vez que una decisión de dos adultos afecta directamente a la niña y a su entorno, es la primera vez que oye la palabra divorcio y que siente sus consecuencias. Javier, su amiguito se va con su madre a Mallorca mientras su padre se queda en Madrid. Lo que Javier quiere, como dice Teresita, no importa, el mundo de los mayores es injusto y no escucha a los niños. Javier no quiere irse a Mallorca y no comprende por qué su madre no se puede quedar en Madrid aunque sea en otra casa. Se han prometido verse por el ordenador y llamarse por teléfono pero ni él ni ella encuentran consuelo en ese remedio. Beatriz le recuerda que en las vacaciones y en otras fechas Javier vendrá a Madrid para pasar unos días con su padre pero ella sigue sin conformarse y no quiere salir de su habitación. Carmen pasa por hoy de leer los nuevos capítulos del relato y decide llamar a la caballería: a su madre y a Mario, quizá entre todos, sobre todo su madre, pueda explicar a Teresita que nadie es feliz cuando toma la decisión de divorciarse, de separarse, pero duda de que su hija lo entienda, ella misma no quiso dar crédito a la separación y posterior divorcio de sus padres.

domingo, 23 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXIX y XXX

Capítulo XXIX

La tarde es muy calurosa,en la radio han dicho que la temperatura es de 38 grados; aunque en la terraza de Amanda, asombrosamente, quizá por la altura y la orientación al norte se está bien, ahora en la calle, camino de su coche, Patricia siente el calor de golpe y se alegra de tener un ""dos caballo"" que puede convertir en descapotable.
Cuando llega a su casa se siente incómoda, cansada, sin ánimo y supone que Amanda no está mejor que ella. No es sólo el sofocante calor, se dice, es la conversación que han mantenido y aunque no se arrepiente (tarde o temprano tenía que suceder) piensa que debe llamar a Carlos e informarle. Amanda ha comentado que Sandra está en París, que se han visto y no le quiere poner en un compromiso. Una mirada al reloj de pared le dice que todavía está a tiempo de dejar un recado en portería. Marca el teléfono decidida y le pide a la portera del edificio parisino donde Carlos para, que le de el recado y se prepara un granizado de limón mientras espera la llamada.

En París, tras el paseo con Sandra y Ramón y de vuelta al apartamento, Carlos se encuentra con un compañero que está esperándole cerca del portal y por un momento teme que sus planes para el día siguiente se vayan al traste. Afortunadamente sólo quiere ponerle al día de lo que se había acordado esa tarde y recordarle que se mantenga en contacto con la sede, que llame por teléfono a lo largo del domingo por si hubiera cambios. Al entrar en el portal recibe el recado de Patricia, la portera del viejo edificio había anotado: “”monsieur Soler, d'urgence. P.”” y  Carlos vuelve a salir para llamar desde un café cercano.

En otro distrito de París y mientras Ramón se pone en contacto con el periódico, Sandra decide empezar una carta para su padre en contestación a la que recibió de él y de paso contarle lo que está viviendo estos días en París, los encuentros habidos con Carlos hasta ahora y comienza:

París 17 de Agosto de 1968
Querídisimo papá,
Aqui estoy, en la habitación del hotel empezando la segunda carta que dejaré en tu mesilla cuando vuelva a Madrid.
No puedo esperar más, quiero contarte ya las cosas que me están pasando y decirte lo mucho que me alegro de que tu viaje esté resultando un éxito.
 Estoy deseando oir todas tus vivencias, los sentimientos que despertaron en ti los encuentros con estas personas que no dudaron en dejarse la piel por otros y me encanta saber que entre el periodista con el que Ramón contactó y tú hay mucha sintonía y ahora te acompaña en tu viaje.
No te preocupes por las fotos que me has prometido, te confieso que me gustaría hacer esas fotos contigo, hacer ese recorrido por el Gran Cañón de tu mano, mientras Ramón y mi pequeño esperan nuestra vuelta en la piscina del hotel en Flagstaff, asi que ya sabes, si no tienes tiempo ya puedes empezar a preparar el próximo viaje con nosotros ¿de acuerdo?.
Te preguntarás ¿qué hace en París? Y tienes razón, no entraba en mis planes pero Ramón me sorprendió con el viaje aprovechando la invitación de boda de un compañero francés y con la callada esperanza de que yo llamase a Carlos para quedar. Decidí seguir tu consejo papá, quedar con él, hablar con él, y espero que mañana domingo pueda hacerlo; hasta ahora no he estado a solas con él.
Al llegar a París quedamos para cenar los tres y hoy hemos ido juntos a la boda, bueno, a la ceremonia porque al convite no nos hemos quedado.
Estos momentos que hemos pasado los tres juntos se me han pasado volando.
Esta tarde mientras estábamos comiendo  he pensado que era muy afortunada con los hombres que me rodean, el destino, la providencia o el altísimo, como quieras llamarlo, me ha permitido elegir a uno como marido y a los otros dos (tú y Carlos,naturalmente) me los dio sin preguntarme pero acertó de pleno.
 No te me pongas celoso, por favor, sabes que te quiero muchísimo, que te tengo casi en un pedestal aunque tú no lo quieras y como siempre hemos sido muy sinceros (salvo el secreto de “”operation Charly””, como yo he bautizado a las circunstancias),  quiero que sepas que estoy empezando a sentir cariño por Carlos y que se merece una segunda oportunidad, aunque me temo que en muchas cosas no vamos a estar de acuerdo.... Voy a dejarle hablar y me he propuesto no juzgarle.
Tengo que interrumpir la carta por unas horas, Ramón me dice que es hora de bajar a cenar (¡los horarios franceses!) y no sé si después podré continuar. Ramón sale mañana para Praga, tiene que estar en el aeropuerto a las 8.30, quiere acostarse temprano y pensándolo mejor voy a terminar la carta ya mismo. Mañana empezaré otra con las emociones del domingo. Vas a tener mucho que leer cuando vuelvas.
Te quiero mucho y te echo de menos a pasear de estar en muy buena compañía.
Besos.
Sandra.

Sandra firma la carta y baja con su marido al comedor del hotel y comenta con Ramón la corta conversación que ha tenido con su madre, la ha notado como decaída y la excusa del calor que estaba haciendo en Madrid no termina de convencerla del todo. Ramón le aconseja llamar el domingo, quizá se haya pasado toda la tarde preparando la vista del lunes, ya sabían que era muy importante para ella, por ese motivo no pudo acompañarles a París. Quizá el cansancio, unido al calor han podido con ella y necesite dormir.

Lo que Ramón ignora es que Carlos en ese preciso instante  está hablando con Amanda. Después de llamar a Patricia no ha dudado en telefonear  a Amanda, quien al oir su voz, llorando y  rota por los sentimientos le ha gritado lo enfadada que está con él por no habérselo contado con anterioridad.
 
-¡Amanda, por favor, escúchame! – insiste Carlos- ¡No cuelgues el teléfono!, si no quieres hablar, lo acepto, pero déjame explicártelo otra vez - repite Carlos.

-No tienes nada que explicar - contesta Amanda después de un corto silencio y suspirando hondamente pero un poco más calmada, continúa-  es verdad que mencionaste lo de no haberme perdido de vista, yo estaba tan enfadada contigo que lo pasé por alto y lógicamente si Patricia llevaba ya tanto tiempo en Madrid, quien mejor que ella..pero lo que ha dicho de Agustín, no sé, puede que tenga razón; estoy echa un lío y no puedo parar de llorar..ya se me pasará.

-Gracias por no colgarme.Te repito que siempre he buscado lo mejor para ti y sigo haciéndolo; no te juzgues tan severamente, reflexiona sobre ello pero no te dejes abatir por el sentimiento de culpabilidad, este sentimiento no es el mejor consejero para ver las cosas de forma objetiva. ¿Me lo prometes? ¿Vas a dejar de llorar?
-Lo intentaré, es todo lo que puedo decirte ahora. Gracias por llamar pero como le he dicho a Sandra, que no sabe nada de mi conversación con Patricia, estoy cansada y quiero irme a dormir. Pasarlo bien mañana los dos juntos y ojalá nada o nadie os estropee el día. Buenas noches y dale un beso a Sandra y otro a mi nietecito.

-Lo haré y con mucho gusto. Qué descanses y recuerda que siempre estás en mi mente.
Carlos regresa a su apartamento y pasa revista a las últimas horas que ha compartido con Sandra y Ramón.
No se equivocó al hacer la ficha personal de Ramón de la mano de sus crónicas y artículos  –piensa mientras contempla el recorte de la revista con la foto y noticia de la boda de los dos- no solamente hacen una muy buena pareja es que además Ramón le cae fenomenal como persona y aunque no es de los suyos ni esté comprometido con ningún partido se le nota demasiado la simpatía que siente por Pablo Iglesias.


Capítulo XXX


Pasadas las 10.30 de la mañana Sandra abandona el aeropuerto de Orly, el avión con destino a Praga ya ha despegado y ella regresa al hotel conduciendo el coche que Ramón había alquilado. A las 11 ha quedado con Carlos y no tiene una idea muy clara de a donde pueden ir. Se le ocurre que podrían salir de París, aprovechar que tiene el coche hasta el lunes e ir a Versalles,  pasear por los jardines, sentarse en una de sus terrazas y regresar después de comer. Quizá Carlos tenga un plan mejor y Versalles no le guste . Lo único que sabe con certeza es que esta vez no está Ramón con ella para calmar sus nervios, que la hora se acerca y prefiere ir a un lugar del que guarde  buenos recuerdos y allí los tiene, allí,su cámara y ella disfrutaron mucho haciendo un reportaje gráfico para una agencia de viajes.
Al entrar en el hotel Sandra se encuentra con Carlos que está ya esperándola, sentado en uno de los sillones del hall, leyendo la prensa dominical francesa. Al verla entrar se levanta y sale a su encuentro, media hora más tarde llegan a Versalles y tras aparcar el coche entran en el recinto, pasan directamente a los jardines y comienzan a pasear hasta llegar a la primera terraza donde se sientan a tomar unos helados.

-Creía que la que tenía que hacer las preguntas era yo, pero desde que hemos salido del hotel no haces nada más que preguntarme cosas, ¿cuándo vas a empezar a contarme lo que me decías en tu carta? ¿lo que te pasó después de la emboscada en la que te dieron por muerto?
-Cuando me digas tú por qué te has hecho fotógrafa en lugar de ir a la universidad y estudiar derecho- contesta Carlos sonriendo.
-No sé por qué quieres saberlo, pero no es ningún secreto, la imagen, las fotos, siempre me han vuelto loca al igual que los idiomas y viajar. ¿Sabes de quien es la culpa? De mi padre. Cuando cumplí 10 años me regaló un atlas para niños y una cámara de juguete. Abríamos juntos el atlas por la página de España y a ciegas señalábamos un lugar y nos imaginábamos un viaje por la provincia elegida al azar. Papá me hablaba de los lugares interesantes que tenía y yo los fotografiaba con mi cámara mentalmente y así, a lo tonto aprendí geografía e historia sin saberlo. Cuando España se nos quedó pequeña saltamos a Europa. ¿No te aburres escuchándome?
-En absoluto, me encanta oirte, continúa por favor.
-Como quieras, cuando terminé el bachillerato no me apetecía nada estudiar una carrera larga y pensé matricularme en la escuela de cine pero iba a ser la única mujer, al menos en ese curso y no quería ser un bicho raro como le pasó a mamá en derecho y un amigo de papá, que sabía que la fotografía me encantaba, me ofreció medio en serio, medio en broma, aprender en su estudio fotográfico durante el verano  los secretos de la fotografía y asi lo hice. A las pocas semanas ya sabía que lo mío era ser fotógrafa.
-¿Y tu madre no prostestó? ¡no me lo puedo creer!
-Y haces bien, mi madre puso primero el grito en el cielo y después no hacía  más que buscar argumentos para disuadirme  pero papá le recordó que habían prometido no imponerme ninguna carrera, que tendría que elegir libremente y mira, ahora está muy orgullosa de mi.
-¿Y así conociste a Ramón?
-Si, a finales del otoño el periódico necesitaba un fotógrafo, el amigo de papá que también hacía trabajos para ellos me recomendó; les dijo que a pesar de mi juventud había aprendido en pocos meses lo que otros tardaban en años, que tenía un talento natural increíble y que no se iban a arrepentir. Entré a prueba y allí me tropecé con Ramón y empezó todo.
-Vuestro noviazgo no pudo ser muy largo¿me equivoco?
-No, para nada. Tu, mejor que nadie deberías saber que existe el amor a primera vista ¿o no? A los 7 meses de ser novios Ramón me lo propuso, quería salir al extranjero como corresponsal para el periódico y los dos estábamos seguros que lo nuestro iba en serio, que iba a funcionar y nos casamos. No me arrepiento absolutamente de nada, y ahora tú.
-Lo prometido es deuda pero antes quiero decirte que mi padre era un apasionado de la fotografía y por eso me llamó la atención que tu te dedicaras a ello. No era pura curiosidad.
-¡Pero si casualidad!, pero dejémos la fotografía ahora de lado y cuéntame lo que quiero oir, ya retomaremos el tema de tu padre y de paso el de tu infancia más tarde. No te imagino de pequeño- dice Sandra muy seria mientras apura su copa de helado.
-Pues lo fui y hasta cierta edad un niño feliz...¿ la emboscada, como tu lo llamas?, poco hay que contar,  recuerdo que estábamos a punto de subirnos a un camión cuando de repente apareció la guardia civil y empezaron a disparar y ya está, no sé nada más.
-Eso ya me lo imagino pero supongo que la persona que te recogió te contaría algo, a lo mejor lo presenció desde lejos.
-Ojalá hubiese sido asi. No, Sandra, la anciana que me recogió, supongo que sería la misma persona pero no estoy seguro, era muda, sólo emitía gruñidos y se comunicaba por señas. La veía, al principio dos veces al día, cuando iba a cambiarme las gasas y a traerme algo de comer. Jamás vi a nadie más por allí y durante el día creo que estaba solo. La habitación era fría y oscura; cuando pude levantarme y salir al exterior vi que era una cabaña destartalada , sin ventanas, tan solo un vetanuco condenado y con un tejado de paja medio roto. La parte que estaba en mejores condiciones era una especie de cocina, con una mesa y una silla coja; sobre la mesa un pedazo de jabón mugriento,una jarra con agua tapada con un cartón, un cuenco y un plato de aluminio con un tarugo de pan, un tenedor y una cuchara. Al fondo se encontraba el cuarto en el que yo me recuperaba, con un camastro y un taburete. Mi ropa debieron de quemarla porque no la encontré, alguien había dejado sobre el taburete  un pantalón de pana, un jersey y otra manta tan vieja como la que cubría mi camastro; en un rincón un candil y unas cerillas y de un clavo en la pared colgaba una especie de toalla que la anciana cambiaba cada tres días.En el exterior sólo se veían montañas y cerca de la casa había un riachuelo donde me aseaba cuando ya pude andar.
-¡Qué mal debiste pasarlo y menudo estado de ánimo deberías tener! Y ¿Cómo llegaste a París?
-Del estado de ánimo, de las preguntas, de las dudas y del sentimiento de culpabilidad que tenía, mejor hablamos otro día, ¿de acuerdo?  – Sandra asiente con la cabeza y Carlos continúa contando-  Un buen día al levantarme vi a un hombre mayor, con una cámara de fuelle y un trípode, esperándome fuera.
Tampoco habló, sólo me indicó que iba a tomar una foto para un papel para poder viajar. Me sentó en una silla, recortó un poco mi pelo y arregló mi barba,después me hizo unas fotos. El hombre había traído también algo de comida fresca, jabón, una muda y una cazadora con forro de borrego. No sabía que pensar pero algo me dijo, desde que recobré el sentido, que podía fiarme de la anciana.. ahora tenía que confiar en esta  otra persona que ella me había mandado.
A los dos días vino a por mi, me tapó los ojos y me montó en una camioneta o algo así. Al cabo de unas horas me dejó en una estación de tren con un billete para París, junto a un visado con mi foto. La estación resultó ser la de Pau; desde allí fui a Toulouse y ya a París. Allí contacté con mi amigo Ricardo con mucho cuidado, me puso al corriente de mi muerte y otros altos cargos del partido pensaron que mejor era darme una nueva identidad y estar un tiempo sin misiones. Desde la masacre, más que emboscada, habían pasado casi 3 meses. Debí estar casi un mes fuera de este mundo y cuando desperté me costó un mes volver a ponerme en pie.

- ¡Qué horror!, ¿y te pasastes todos estos años en París? ¿de qué vivías? ¿qué hacías?
Carlos pasa a contar que tras unos meses en una clínica, (físicamente se encontraba aún muy mal), le mandan a Buscarest y que allí, en la redacción para radio Tirana conoce  a Patricia. Le cuenta lo que a ella le pasó y lo que le pidió cuando el partido la mandó a Madrid.
-¡Me dejas de piedra! Jolines, estoy abrumada y también rabiosa.- dice Sandra levantándose bruscamente de la silla y caminando dirección a la fuente de Neptuno.

Carlos la sigue y al alcanzarla se vuelve, se alegra de que las gafas de sol oculten sus ojos llorosos pero Carlos la sorprende quitándose las suyas al mismo tiempo que le quita las de ella, le alza la barbilla y buscando su mirada dice en tono amable pero firme:
-Suéltalo Sandra, no te reprimas. Quizá no debiera haberte contando lo de Patricia en tu estado, pero ¿estás enfanda conmigo? ¿Con Patricia? ¿Con los dos?
-Lo siento, a veces soy muy impulsiva y no puedo controlarme. Lloro por lo que te ha pasado, por lo solo que te has tenido que sentir y  también por Patricia. Un sexto sentido me estaba advirtiendo, la primera vez que la vi, que no era la primera vez, que ya me conocía aunque yo no lo supiera...y tenía razón. Me da rabia que una persona ajena sepa tantas cosas de mi, de nosotros, es una sensación muy rara, muy extraña y al mismo tiempo muy reconfortable porque lo hacía por ti, porque aún no sabiendo que eras mi padre estabas interesado en nosotros y...

Sandra solloza aún más fuerte y Carlos la abraza, llora sobre sus hombros y al cabo de un rato logra calmarse; se seca las lágrimas con el pañuelo de Carlos y más animada le dice sonriendo:
-Gracias, creo que las mujeres de mi familia estamos destinadas a arruinarte los pañuelos. Me encuentro mejor y ¿sabes lo que me apetecería ahora mucho? - dice cambiando completamente de registro.
-De nada por lo del pañuelo – dice Carlos riéndose y ya más serio añade-  díme el antojo que tienes. Si está en mi mano estoy de acuerdo.
-Alquilar dos bicicletas e ir hasta los dominios de María Antonieta que pillan un poco lejos para ir andando.
-¿Puedes montar en tu estado en bicicleta?
Sandra ríe ante el comentario de Carlos y le responde.

-Por supuesto. Hacer ejercicio es sano y montar en bicicleta es muy bueno. En Vietnan tenía que utilizar mucho la bicicleta, a veces hasta bicicletas de hombre y ya estaba embarazada y en Egipto también. ¡No tienes ni idea de los medios de transportes que hemos tenido que utilizar ¡
-Pero si te cansas, promete que me lo vas a decir ¿de acuerdo?
-No me voy a cansar y lo prometo.

Juntos cruzan el sendero que les separa del puesto donde alquilan las bicicletas y minutos más tarde pedalean los dos camino de las granjas y jardines que componen el dominio, dejando una vez más, los suntuosos palacios de lado.

Beatriz se dispone a recoger sus cuartillas cuando se da cuenta que Serafín le ha dejado una nota: Gracias por haber creado a Sandra y por su amor por la fotografía. Yo también disfruté de un viaje fotográfico junto a Ángel,mi padre biológico, no por Vesalles pero por los jardines romanos de Villa Borghese. Angel siempre estuvo en la sombra pero a pesar de su puesto en el vaticano, nunca se olvidó de mi y cada vez que mi trabajo me llevaba a Roma encontraba tiempo para pasar una horas conmigo. Entre Ángel y mi madre, después de la muerte de mi padre, siguió estando la iglesia de por medio.

domingo, 16 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXVII y XXVIII

Capítulo XXVII.



Mientras en París Sandra y Ramón se preparan para ir de boda acompañados de Carlos, en Madrid, Amanda se sienta a la mesa del despacho y abre un expediente. El próximo lunes es la vista y las perspectivas no son buenas, con un poco de suerte conseguirá rebajar la pena a uno o dos años de cárcel. Fue Patricia quien en nombre de Julia, la profesora de historia del instituto, le pidió que se hiciera cargo del caso de su hermano, un caso absurdo, algo ridículo, que no sería delito alguno en cualquier país democrático. Al hermano de Julia se le ocurrió mandar una carta a la Liga de los [i]Derechos Humanos en Ginebra, denunciando las detenciones ocurridas durante los disturbios del pasado 1 de mayo; la carta se publicó en los medios extranjeros y al día siguiente detuvieron al muchacho por difundir propaganda ilegal. Aunque no tiene antecedentes penales ayer le comunicaron que había aparecido una ficha política, ficha que ella todavía no había podido ver.
Esa misma tarde hablará con las dos y Amanda se levanta para guardar las fotos que tiene sobre el secreter; aunque no es fácil reconocer al Carlos de las fotos con el actual, no quiere correr riesgos, quizá Julia le haya visto con Patricia.
Tras guardar las fotos regresa a su mesa, coge la carta que ha recibido de Agustín, la vuelve a leer y la guarda en el cajón, pensativa. En esa carta le menciona el encuentro que ha tenido en Nueva Jersey con un conocido de la madre de Patricia, le cuenta escuetamente que se trata de un brigadista y le pide disculpas por no habérselo dicho antes de irse pero tampoco estaba muy seguro de realizar la visita.
Amanda se dice: << Por más vueltas que le doy no consigo entender la influencia que Patricia parece tener sobre Agustín y comienzo a preguntarme si no debiera hablar abiertamente con ella. Desde el primer momento Agustín confió en Patricia plenamente, pero entre nosotras  sólo hubo  una especie de recelo y desconfianza que por mi parte ha aumentado y no podemos seguir así >>.

Amanda se levanta y, mientras se prepara una manzanilla, recuerda esa mañana de marzo, en la que Agustín y ella saliendo de la facultad se encontraron con Patricia y les dijo:

-Disculpen, señor y señora Sepúlveda, pero creo que tenemos que hablar, aunque ustedes no me conozcan, tenemos un amigo común y su nombre es Carlos.

<<Ni tan siquiera me paré y pasé de largo; pensé que había entendido mal o que alguien nos quería gastar una broma de mal gusto pero Agustín se volvió y empezó a hablar con ella y la invitó a venir a casa al día siguiente. De nada sirvieron mis peros; estaba convencido de que la mujer era sincera y tenía algo muy importante que contarnos.
A la tarde siguiente, cuando Patricia entró en el salón, no pude disimular mi animosidad hacia ella, quizá eso provocó la aptitud de Patricia hacia mí>> piensa ahora y sigue recordando la conversación, mejor dicho, el monólogo de Patricia, que por mucho que se esforzó no pudo evitar la conmoción que le produjo la noticia.
- Lo primero que tengo que decir es que el partido me ha autorizado a darles esta nueva por asombrosa y chocante que parezca y apelan a su discreción. No puedo contarles cómo ha sido, pero Carlos sobrevivió a la emboscada y, tras una larga recuperación, se reincorporó al servicio. Por razones de seguridad, se decidió que nadie tenía que saber que seguía vivo, ya que aquí se le daba por muerto. Tiene otra identidad, pero ha mantenido su nombre. Muy pronto vendrá a Madrid y el partido,  que está en deuda con ustedes por la ayuda que prestaron a Carlos, les permite que se vean de nuevo....

-¡Cállese y váyase con sus mentiras a otra parte!- le gritó Amanda fuera de sí.
<< Agustín trató de calmarme - continúa recordando Amanda- y Patricia se marchó dejando su número de teléfono por si queríamos ponernos en contacto con ella. Yo no atendí a razones y me encerré en la habitación de Sandra, me pasé toda la noche llorando y a la mañana siguiente me vine al estudio. Estuve todo un día incomunicada hasta que Agustín, cansado de que no cogiera el teléfono, decidió venir y utilizar su llave. Tenía los ojos hinchados y la cabeza me dolía mucho. Agustín se asustó y quería llamar a un médico y al ver que no reaccionaba me llevó al cuarto de baño y mojó mi cara con una toalla. Al final terminé por hacerle caso y regresé con él a casa. Mientras yo no quería saber nada del mundo él había vuelto a quedar con Patricia y estaba plenamente convencido de que Carlos volvería a Madrid en abril y que era mejor prepararse para el choque, si de verdad quería volver a verle.
Así debió de nacer la relación incondicional de confianza entre Agustín y Patricia.>>

Sin dudarlo más, Amanda marca el número de Patricia y le pregunta si podría quedarse tras la consulta para hablar con ella sobre la animosidad que reina entre ellas dos. Patricia no ve ningún problema en quedarse y le agradece la llamada, ella llevaba ya un tiempo pensando en lo mismo.

Amanda cuelga el teléfono y mira el reloj, son las 11 de la mañana y piensa en Sandra y en Ramón, a estas horas ya habrán salido del hotel y no se equivoca, acaban de subir al coche que han alquilado y se dirigen a recoger a Carlos a la dirección que les ha dado cerca del Bosque de Bolonia, desde allí irán a Chantilly, a unos 40 kilómetros de París, en cuyo ayuntamiento tendrá lugar la ceremonia y muy cerca del castillo, el convite. Sandra bromea con el lugar elegido para casarse, siendo el novio de izquierdas, pero la novia ha nacido en esta localidad donde su padre tiene unos picaderos, explica Ramón y Carlos aclara a Sandra que la ciudad es conocida en Francia por su fantástico hipódromo y sus carreras de caballos y añade:

- No todos los socialistas o comunistas son obreros, ni todos los obreros son socialistas o comunistas.

 - !Vaya, vaya! No sabía que fueses tan filósofo- dice Sandra haciéndose la   enfadada.

 -Ni yo que te picaras tan pronto-responde Carlos- mientras Ramón observa la escena divertido.

 -Estamos llegando- dice Ramón- al divisar ya el castillo ¿Tienes la invitación a mano, Sandra?

- Sí,claro, no te preocupes, la tengo en el bolso.

Minutos más tarde, los tres se suman al grupo de invitados que esperan la llegada de los novios y comienzan los saludos y presentaciones.
Entre los invitados hay varios periodistas y fotógrafos de diferentes nacionalidades. Afortunadamente, y gracias al fuerte sol, la mayoría de los invitados llevan gafas oscuras y Carlos también. Ramón empieza a pensar que no ha sido una buena idea la de invitar a Carlos, por mucho que se haga pasar por el padrino de Sandra que reside en Francia,  que colabora en una revista chilena y acaba de pasar unos meses en Madrid; salvo Patricia, nadie más conoce la verdadera relación entre Carlos y la familia Sepúlveda. De los dos periodistas de izquierdas que conocen a Carlos, no hay que temer nada, pero cuando descubre a Raimundo entre los invitados, el fotógrafo del diario barcelonés, ya no le cabe duda, hay que evitar que Carlos y él se conozcan y desde luego que aparezca en alguna foto. Sandra les propone marcharse los tres después de la ceremonia y disculparse por no poder quedarse al convite, su estado puede servir de excusa, se puede encontrar mal sin levantar muchas sospechas.
A los dos les parece que Sandra ha tenido una idea brillante y en efecto, después de la ceremonia, después de felicitar a los novios, Ramón les informa de que Sandra no se encuentra muy bien y de que deciden regresar a París.
El camino de vuelta lo hacen en silencio, Carlos trata de animarles, decirles que ellos no tienen la culpa de nada y que él no había bajado la guardia, que había contado con esa posibilidad  y al entrar ya en París les propone ir a comer algo y pasear después un poco por el bosque de Bolonia antes de acercarle a su piso.
Durante la comida Ramón llama al hotel y pregunta si hay algún mensaje para él, le confirman que el billete para Praga ha llegado, y Ramón regresa a la mesa:

-Está confirmado, mañana salgo para Praga en el avión de las 10 de la mañana. ¿Has pensado qué vas a hacer, Sandra?

-Sí, Carlos tiene mañana libre, me quedo hasta el martes, si os parece bien.

-Por mí encantado –dice Carlos.

-A mí me parece perfecto, y no creo que el encuentro con Raimundo traiga consecuencias, seguro que me lo encuentro en Praga.

-Seguro, ese está últimamente en todos los sitios –dice Sandra.

Después de comer pasean un poco y al despedirse Sandra queda con Carlos para el domingo.



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[1] Caso leído en el ABC y adaptado por mí. 





Capítulo XXVIII



En Madrid , Amanda y Patricia se han quedado solas, Julia se acaba de marchar y se verán de nuevo a la salida de la vista del lunes. Es una vista a puerta cerrada y solo ella podrá estar presente.
Amanda ha preparado café helado y las dos salen a la terraza. Patricia saca un cigarrillo y se acomoda en uno de los butacones, nota que Amanda no sabe cómo empezar y decide ser ella la que le de pie.

-El café te ha salido muy rico y en tu terraza se está más que a gusto, dos motivos más para tenerte envidia.

-Curioso lo que dices. ¿Es eso? ¿Tus recelos hacia mí se deben a tenerme envidia?

-En parte sí, pero mi envidia es sana porque no te he deseado nunca nada malo, pero dime, ¿de dónde nace la tuya? ¿No será por celos?

-¿Celos? No, no les llamaría celos, más bien rabia. Creo que será mejor que me explique, al fin y al cabo ha sido mi idea. Antes de que llegarais tenía muy claro por dónde empezar, y ahora me atasco. ¡En fin!, serán los nervios- dice Amanda mientras bebe su café y medita si pedirle un pitillo a Patricia- Verás – continúa sin necesidad de pitillo, al menos de momento- tras casi 21 años sin tener noticias de Carlos, el desconcierto y la impotencia volvieron a apoderarse de mí y tú eras la culpable. Después, cuando volvimos a encontrarnos para preparar su vuelta, no podía admitir que tú, una perfecta desconocida, supieras tantas cosas de Carlos y que hubieses compartido momentos con él, que yo tenía que haber compartido, aun sin saber qué momentos eran, porque nunca has hablado de ellos, pero estaba claro que ibas a volver a compartir, ahora íbais a trabajar juntos de nuevo y al mismo tiempo noté en seguida que Agustín te preocupaba, que te importaba. Ahora hemos llegado a un punto en el que ya no es tanto la rabia que sienta por que seas compañera de Carlos, pues sé que entre él y yo nada ha cambiado, es por Agustín. ¿Por qué demonios te interesa tanto? ¿Qué poder tienes para influir tanto en él?

-Gracias por tu sinceridad – dice Patricia llenándose de nuevo el vaso con café helado y echándole un poquito de nata batida que Amanda había preparado en una tacita y que estaba a punto de derretirse por el calor- desde luego te puedes quedar tranquila en cuanto a Carlos se refiere. Nunca me ha interesado como hombre. Cuando él llegó a mi vida yo estaba pasando por un momento personal dramático y me ayudó a superarlo, como alguien que sabía lo que era perder lo que más quería y entendía mis sentimientos. Los dos estábamos es una especie de compás de espera por diferentes motivos, no teníamos misiones que cumplir, nuestro trabajo consistía en redactar los partes y las noticias que emitía radio Tirana, que acaba de empezar su andadura en emisiones en español. Nadie sabía qué era lo que el camarada Carlos tenía que superar, yo tampoco al principio. – Patricia hace una pausa y toma otro pitillo y le ofrece uno a Amanda que al final lo acepta, ya con el cigarrillo encendido continúa relato.- Pasábamos muchas horas juntos y enseguida se dio cuenta de que yo tenía un problema muy gordo, y así era. Mi marido pertenecía al partido y falleció cuando yo estaba embarazada de 8 meses. Mi mundo personal se hundió. Sola, sin familia ni amigos, decidí pedir la baja en el partido y dedicarme a cuidar a mi bebé, a las dos semanas el parto se adelantó y nació mi hija.  Desgraciadamente Tania nació con síndrome de Down y con varias malformaciones. A los tres meses decidí volver al partido porque en casa me volvía loca. A ellos les dije que mi hija había fallecido pero en realidad estaba en un tipo de sanatorio para niños con grandes problemas motrices. Yo iba a verla siempre que podía, pero a veces se me complicaban las cosas y sufría mucho por no estar a su lado. Al final terminé por contárselo a Carlos y él me ayudó a soportar la carga. Si yo no podía ir, iba él, la gente del partido no lo sabía ni lo supieron nunca. A los 6 meses de la llegada de Carlos falleció mi hija, no llegó ni a cumplir el primer año de vida, pero él estuvo a mi lado y poco a poco fui recobrando la ilusión de vivir y la causa ya no era un refugio para mi soledad, sino lo que siempre fue: el ideal por el cual luchar.
Cuando el partido me destinó a España, a Madrid, Carlos me pidió un favor: mantenerle informado de las idas y venidas del matrimonio Sepúlveda si seguían viviendo en Madrid. y entonces fue cuando me contó como os conocisteis y lo que pasó después. Durante estos años, os he seguido la pista, he visto crecer a Sandra, cómo Agustín la llevaba al parque, la iba a buscar al colegio, mientras tú comenzabas como abogada y conseguías hacer algunas suplencias en la facultad. De todo esto el partido no sabía nada, cuando me pidieron oficialmente que os buscara por la vuelta de Carlos, tenía el trabajo más que hecho y....

-Perdona –dice Amanda interrumpiendo el relato de Patricia- ¿durante todos estos años has estado espiándonos por encargo de Carlos?

-No os he estado espiando exactamente, me he limitado a estar al tanto de vuestra vida como le prometí a Carlos y le informaba dos veces al año, nunca le he dicho nada negativo de vosotros ni de ti. No tienes que enfadarte con Carlos, si él no te ha dicho nada ha sido por no delatarme.

- Entiendo, gracias por ser tan sincera y lamento lo que te pasó con tu hija, de verdad, pero lo que no entiendo  es ¿por qué me tienes manía?

-No es manía, Amanda, pero cada vez que veía a Agustín con su hija me acordaba de la mía, podría tener la misma edad y yo había dejado todo para estar con ella, pero el destino no quiso que fuese así. Tú, en cambio, que lo tenías todo, ni tan siquiera pasabas tiempo con tu hija....Ahora sé que nunca  habías superado lo de Carlos y que sí te ocupas de ella, a tu modo y que Sandra te adora, pero Agustín me deslumbró por su entereza y celo hacia vosotras, sin limitaros nada y siempre dejando que exploraseis vuestras posibilidades. Si la vuelta de Carlos no hubiese dado paso a vuestra separación actual, que sinceramente no esperaba, no me habría acercado a Agustín. Creo que ha llegado el momento en que  Agustín se reencuentre con la persona que era antes de conocerte y que sus sueños puedan realizarse, aunque el paso de los años los haya modificado.

-Y conmigo nunca pudo ¿es eso lo que quieres decir?

-Sí, más o menos. No ha vivido por él, ha vivido por vosotras, en parte él tampoco tuvo opción, aunque no lo parezca, él te amaba y era la única forma de ayudarte y de que cumplieses lo que habías prometido a tu padre. Los dos te eligieron a ti, Amanda, para los dos tu eras lo primero...Deja a Agustín que pueda vivir ahora para y por él mismo.

-No sé, quizás tengas razón y haya algo de lógica en lo que dices. Perdóname pero creo que debemos dejarlo aquí por hoy. Me alegro de que hayamos sido sinceras las dos.

-Yo también. Te veo el lunes con Julia. Gracias.

Tras la despedida, Amanda siente  la primera lágrima en su mejilla justo en el mismo momento en que suena el teléfono y Sandra le comunica que llegará el martes, que todo está bien y que piensa pasar el domingo con Carlos. Amanda hace un esfuerzo para que su hija no le note su estado de ánimo y no alarga la conversación más de lo necesario. Cuando cuelga se mete en su habitación a llorar


Quien también llora mientras lee lo que Beatriz acaba de escribir es Carmen, le recuerda las conversaciones que tenía con la tía Ana y la confesión de su tía días antes de morir por un lado, y la historia de la niña de Patricia le recuerda a una historia real, a una amiga venozelana que pasó por la misma experiencia. Un tanto triste deja las cuartillas de Beatriz sobre la mesa y se prepara para ir a buscar a Teresita a casa de Serafín, hoy es el cumpleaños de unos de sus nietos y habían invitado a la niña. A la vuelta, volverá a leer las cartas de la abuela a la tía Ana y piensa que ya va siendo hora de que su madre cuente más cosas de lo que vivió en Venezuela, de que empiece ella también a relatar la historia de la familia en las Américas.