sábado, 31 de agosto de 2013

La vuelta a casa. Capítulo 3

Capítulo 3

Carabanchel  27 de julio de 1973.

Querido hermano:

Te escribo esta carta mientras espero la sentencia de mi juicio del que espero que estés enterado aunque desconozco si alguien te mandó un telegrama ya que, salvo a mi abogado, no he visto a nadie más desde que me arrestaron. En el juicio vi a Doña Pura pero no me dejaron hablar con ella y me han negado las visitas, sólo familia. Madre no sabe ni que estoy aqui, bueno ella ya no sabe ni su nombre y tú estás a leguas de distancia.
Sabes que Lucía era todo para mi y Sandra, nuestra hija, el regalo más bonito que me ha hecho Dios.  También sabes que mis suegros nunca me vieron con buenos ojos,  un delineante técnico  les parecía poco para su hija pero nuestro matrimonio funcionaba, funcionó bien hasta que Lucía decidió volver a ejercer de enfermera. La casa se le venía encima y con Sandra todo el día en el colegio se aburría. Yo no me opuse y  ¿alguna vez le he negado algo? Creo que no pero como te decía, el trabajo le sentaba bien, venía a casa con ganas de hablar, comentábamos nuestra jornada laboral como dos buenos camaradas y en la cama dejamos de ser extraños  A los tres meses de trabajar comenzaron a cambiar las cosas. Se ofreció voluntariamente para el turno de noche sin consultármelo, los turnos de mañana y noche no le parecían suficiente y tuvimos nuestra primera discusión que acabó en bronca.  De repente los dos sueldos no alcanzaban para realizar sus planes y con el turno de noche habría más ingresos y podríamos viajar a lugares exóticos. Yo no entendía nada, nunca habló de viajes de ese tipo pero me rendí, ya sabes que no puedo con las discusiones y menos si hay niños delante. Unos meses más tarde, e inesperadamente, mi jefe me ofreció un proyecto de trabajo en Murcia . Me doblaban el sueldo y además la vivienda corría a cargo de la empresa. No lo pensé mucho, acepté la oferta y esa tarde corrí a decírselo a Lucía creyendo que se alegraría. En Murcia podía seguir trabajando si quería pero no fue así, no se alegró, al revés se puso como una furia. Discutimos y Lucía cogió a Sandra y se fue a casa de sus padres. Volvió al día siguiente sin la niña y comenzó a llenar maletas. Me dejaba para siempre me dijo. Me llamó egoísta entre otras cosas por quererla separar de sus padres y hacerla empezar de nuevo ahora que era plenamente feliz, que había encontrado lo que tanto había estado buscando. Como últimamente me pasaba no entendía nada, le pregunté si es que había otro en su vida pero no obtuve respuesta. Comenzamos de nuevo a discutir y la discusión subió de tono, los vecinos no debieron perder detalle de lo nuestro por lo que declararon en el juicio pero te juro Marcos que todo fue un accidente, no la empujé, palabra de honor. Lucía pasó por delante de mi con la maleta en la mano y yo quise detenerla, la sujeté del brazo, ella empezó a gritar, forcejeamos, cayó al suelo y se dio un golpe con la esquina de la mesa y empezó a sangrar por la nariz. No me dejó limpiar su sangre ni que la tocara. Se  levantó, cogió su bolso y la maleta y sangrando  se fue a la calle. Corrí detrás de ella pero ya había parado un taxi y me quedé clavado en la acera. Al día siguiente, llamé por teléfono a casa de sus padres pero no quiso ponerse. Su padre me amenazó con denunciarme si no les dejaba en paz. Por la noche fui a esperarla al hospital, antes de que empezara su turno y la vi hablando, muy animadamente con uno de los médicos y me acerqué a ella para preguntarle si él era el otro. Se rió en mi propia cara, yo la llamé puta, ahora me arrepiento, pero se lo llamé y ella me soltó una buena bofetada y yo alcé la mano para devolvérsela pero el médico se puso por medio y entre él y otro médico me obligaron a salir del aparcamiento. Fue la última vez que vi a Lucía, un día más tarde, en la madrugada del 17 de febrero la encontraron muerta, en el aparcamiento y la policía vino a por mi. El resto es ya historia y nadie me cree. No tengo ninguna coartada para esa noche y esa madrugada. Nadie me vio regresar a las 12 de la noche a casa borracho, los vecinos no estaban y no me emborraché en ningún bar sino en el coche con una botella de coñac que compré en un supermercado. En la Casa de Campo, entre el Batán y el Lago paré el coche y allí mismo comencé a beber.  El recuerdo de Sandra hizo que no me terminara la botella entera y las nauseas que sentía también. Salí del coche y vomité y cuando se me pasó un poco regresé a casa a andando, ya sabes que mi casa no queda muy lejos y en ese estado no me atreví a volver en el coche . Al llegar a casa me metí en la cama sin desnudarme y a las once de la mañana vino la policía a por mi. Me acusaron de matar a mi esposa y mi abogado, aunque creo que me creía no pudo demostrar mi inocencia. Tenía todo en contra. Los juicios rápidos no existen pero el mío lo fue y no me extrañaría que mi suegro estuviese detrás. La sentencia se conocerá dentro de unos días pero mi abogado me ha preparado para lo peor. Y aqui estoy, jurándote una y otra vez mi inocencia y rogándote que cuando vuelvas a España vengas a visitarme. Según mi abogado tú eres el único que tendría derecho a visitarme. No me olvides, soy tu hermano , tu me conoces bien  yo no he cambiado, yo no he matado a Lucía.Un abrazo muy fuerte y tampoco olvides a madre, aunque no me reconocía cuando iba a visitarla yo no faltaba a mi cita con ella todos los domingos por la tarde.
Te quiere, tu hermano,
Pablo

-        ¿ Y qué os parece el caso? – pregunta Vallejo dejando la carta sobre la mesa.
Marcos Llorente, había llamado a la puerta del despacho de Pérea-Bonillas a las once en punto. Hora y media más tarde Marcos salía del despacho dejando a los detectives con el caso sobre la mesa. 
-        ¿Cuándo dice que recibió esta carta fechada  a finales de julio?
-        El doce de septiembre. Se encontraba en el Indico y hasta que no llegó a la isla de Java no pudo bajar a tierra. En Yacarta llamó a la vecina. Le mandó una carta desde allí a su hermano pero desconoce si la recibió. – comenta Héctor
-        ¿ Es normal que la correspondencia llegue tan tarde? – pregunta Bonilla de nuevo.
-        La correspondencia se manda a la naviera y esta la remite a los destinatarios, según ha dicho. No creo que sea difícil de comprobar ¿no?
-     Sí claro. Entiendo que crea en la inocencia de su hermano y que quiera limpiar su nombre.  A mi me parece un caso interesante pero la carta no aporta muchos datos.  – comenta Vallejo
-     Ya tenemos algunos más. Aquí está lista con los nombres de los suegros, el hospital en que trabajaba Lucía, la empresa en la que trabajaba Pablo y la dirección de la casa que compartía con su mujer y su hija. También tenemos la fecha del asesinato de Lucía, el 17 de febrero. Podemos comenzar además por la vecina, estuvo un día en la sala presenciando el juicio, el día en que declararon los vecinos.
-     Me parece bien ¿ fue ella la que le puso en contacto con Beltrán?
-     Eso ha dicho, parece que la vecina y Beltrán son primos ¿ sabías tú que ahora vivían en Canarias, Vallejo?
-    Algo oí pero la verdad es que lo olvidé por completo.  Tampoco os trae buenos recuerdos asi que quizá obvié el comentarlo por eso mismo. Del accidente de coche hace ya mucho tiempo, desde el 69 ahora ha llovido mucho y se fueron meses más tarde . Beltrán estuvo mucho tiempo en el hospital y le costó asimilar su incapacidad física para poder seguir ejerciendo en el cuerpo y aceptar una jubilación anticipada.
-    Lo sentí por él a pesar de nuestras grandes diferencias – dice Héctor –  y llamé a su mujer pero ésta me dijo que no me molestara en visitarlo y que no volviera a llamar.
-    Lo mismo que me dijo a mi. No sé que versión conocerá la buena señora pero a mi me considera un traidor por dejar el cuerpo y unirme a ti. Parece ser que nunca fuiste de su agrado Héctor.
-     Debe seguir reprochándome el que Salmerón le disparara y estuviera tan grave. Aunque en el hospital me dijo que no me guardaba rencor creo que no fue sincera. Pero volviendo al caso , tenemos que hacer un plan de trabajo.
-     Estoy de acuerdo- contesta Vallejo – yo me paso por  Moncloa para lo del expediente de la muerte de Lucía. Si trabajaba en el Clínico lo tienen que tener ellos.
-     Lo extraño de este caso es que no salió en prensa, yo al menos no lo recuerdo ¿ y vosotros?
-    Yo tampoco Bonilla pero , ahora que lo dices, Asunción si mencionó una nota de prensa que les llegó de una enfermera que apareció muerta, pero que yo sepa la revista no siguió el caso.
-     Yo me tengo que ir ahora – dice Bonilla – ya os he comentado que el director del colegio de Javier quiere hablar con nosotros y se me está haciendo tarde. Cuando termine me paso por el despacho de Gustavo para que averigüe él el nombre del abogado de oficio del caso de Pablo.
-   Entonces quedamos esta tarde en vernos después de comer ¿ de acuerdo?
-   ¿ Qué vas a hacer tú Héctor?
-    Me voy a pasar por  “A media voz”  para hablar con Julio y Asunción.  No es que este suceso fuese extraordinario pero suelen seguir los casos de asesinatos , sobre todo el de mujeres y me gustaría saber la razón de no seguirlo.

     Mientras ellos dejan el despacho, Marcos se apea del taxi que ha tomado, paga al taxista y llama a la puerta de la casa de los abuelos de su sobrina Sandra, la criada le hace esperar unos minutos y a continuación le pide que la acompañe hasta el salón donde se encuentra con el matrimonio Arroyo.
-        ¿ Se puede saber cómo se atreve a venir a nuestra casa y sin avisar? – le dice el Don Francisco Arroyo por todo saludo.
-        Siento molestarles pero me gustaría poder ver a mi sobrina. Y le recuerdo que no vengo sin avisar, ya se lo dije el domingo cuando llamé que iba a venir hoy.
-         Y yo ya le dije que su visita era innecesaria, No tenemos nada que hablar con el hermano del asesino de nuestra hija y tampoco tiene usted derecho a visitarla. Nosotros somos sus abuelos y sus tutores.
-        Y yo soy su padrino y creo que sí tengo derecho a visitarla.
-        ¡Menudo padrino  que nunca la visita y siempre está fuera! –dice la señora de Arroyo
-        Siempre la he visitado cuando estaba en tierra, siempre la he mandado un regalo por su cumpleaños y mi profesión es tan respetable como la de su marido.
-        No se compare usted con mi marido, él es militar de carrera y usted un simple marino mercante ¡faltaría más! Y ahora salga de aquí inmediatamente - vuelve a intervenir la sra. Arroyo llamando a la criada para que le acompañe a la puerta.
De regreso a su casa Marcos recuerda lo que dijo el detective Bonilla sobre un abogado que trabaja con ellos, quizá le pueda asesorar también de los derechos que tiene con respecto a su sobrina. Pablo le había dicho una vez que, en caso de pasarles a ellos algo, él tendría que velar por los derechos de Sandra pero no recuerda que firmaran ningún documento. La niña tiene ahora 9 años y el lleva en el barco dos años y en estos meses no la ha visto, eso es verdad. Cuando vivía en Madrid y él era un hombre feliz o al menos asi lo creía, como profesor de educación física,  veía a Sandra casi todos los fines de semana. Los sábados solían comer en casa de su madre y los domingos lo pasaban con los abuelos maternos. Nada hacía presagiar que las cosas fueran a cambiar de golpe para él y menos aún que su hermano atravesase por una crisis matrimonial o algo así. No sabía nada, la última vez que habló con su hermano por teléfono fue por la enfermedad de su madre que se había presentado de repente, al poco tiempo de embarcarse y en parte se sintió responsable. Su madre se llevó un gran disgusto, no quería que siguiese los pasos de su abuelo.
-        Me crié casi sin padre, apenas lo veía , vi como mi madre sufría la ausencia de su marido en silencio y ahora tengo que ver como mi hijo pequeño se va de mi lado  por culpa del mar y Dios sabe cuando lo voy a poder a ver. ¿ Por qué ahora? ¿ No eres feliz en tu trabajo?
Le dijo su madre el día en el que llegó la carta con la fecha de partida. De nada sirvieron sus argumentos, su madre no quería escuchar razones y él las tenía. Por un lado siempre le había tirado el mar, se lamentaba de vivir en Madrid por eso, por no poder ver el mar y de pequeño se pasaba el año esperando las ansiadas vacaciones de verano para poder ir a Galicia. Sus padres eran de Noya y allí tenían mucha familia.  Por otro lado su vida laborar se había complicado demasiado últimamente. La relación secreta que mantenía con la profesora de geografía no podía terminar bien. En el colegio ya se empezaba a cuchichear sobre ellos y como ella estaba casada lo mejor era cambiar de aire, de dar un giro de 360 grados. Un buen día, a punto de comenzar las vacaciones de Semana Santa dejó el colegio, dejó las clases y tomó un tren a La Coruña y en Noya habló con un amigo de la infancia que trabajaba para una Naviera . Conversaciones, pruebas y vuelta a Madrid a esperar la carta, la confirmación y la confesión a su madre, a su hermano y a su cuñada. Curioso que fuera ella la única en entenderle y Sandra empezó a pedirle regalos de los diferentes puertos del mundo. Y a los tres meses de navegar llegó el cable de su hermano sobre su madre. Afortunadamente estaban en puerto y pudo bajar a tierra a llamarle. Su madre había comenzado a perder la memoria, a dejarse el gas abierto, a salir a la calle con el camisón y algunas cuantas cosas más. Tres meses más tarde las cosas empeoraron y decidieron internarla. Su hermano nunca le acusó de nada pero el siempre ha tenido la sensación que su marcha precipitó los primeros síntomas de demencia a pesar de encontrarse físicamente bien a sus 65 años. Recordando ha ido haciendo el camino andando y al llegar a su casa se encuentra con la vecina que viene de la compra y le pregunta.
-        ¿Han aceptado el caso?
-        Sí, ahora se lo cuento –contesta Marcos tomando la cesta de la compra y entrando con la mujer en su casa.

 En un restaurante,  no muy lejos del edificio dónde se encuentra la revista A media voz, Asunción, Héctor y Julio comen juntos y la conversación gira sobre el nuevo caso.  Julio si lo conoce aunque la revista, en efecto, no lo siguiera por ser un juicio a puertas cerradas, un juicio rápido con un acusado claramente culpable de haber cometido el crimen de su esposa por celos infundados. Héctor tenía algunas preguntas que hacerle pero la llegada de uno de los camareros, advirtiendo que Julio tenía una llamada,  no da lugar a realizarlas.  Julio se va sin tomar el café  y  mientras Asun se termina el suyo le dice a Héctor.
-        Matilde me ha llamado esta mañana. El director del colegio les quería ver inmediatamente y me ha preguntado si nosotros habíamos recibido una llamada también.
-        Eso mismo me ha dicho Bonilla esta mañana y a estas horas estarán ya hablando con el director. No creas que no me ha extrañado, normalmente se meten los dos en los mismos líos 
-        Me estoy temiendo que tiene algo que ver con lo que está pasando entre Matilde y Boni.
-        ¿Por qué lo dices?
-        Hace unos días María me dijo que Javier les preguntó si nosotros dejábamos de hablarnos cuando estábamos solos. María les dijo que siempre nos oía hablar cuando estábamos a solas desde su habitación y que otras veces los silencios eran debidos a los besos y Javier se echó a reír y no dijo nada más.
-        ¿Y por qué no me los has dicho antes?
-        Me acabo de acordar. María me ha llamado para preguntar si podía quedarse a comer con Clara y Suzanne en el VIP de Velázquez . Yo le he comentado la llamada de Matilde y entonces me lo ha dicho de nuevo. Ella no le dio mucha importancia pero ahora a lo mejor la tiene.
-        Pues tiene que ser algo de eso, sin duda. Quizá haya pinchado en los estudios o esté distraído en la clase.  No sabes cuanto te agradezco que me leyeses la cartilla recién salido del hospital y de que seas tan directa. Me ayudaste muchísimo y María también. Sin vosotras no hubiera podido sobrellevar ese maldito fin de semana. ¿Sabes que te quiero , verdad?
-        ¿ Sabes que no tienes que estar diciéndolo cada día pero que me encanta oírlo? – contesta Asunción levantándose ya de la mesa dándole un beso a su marido- Te dejo cariño, tengo una entrevista y no puedo llegar tarde.
-        Yo también me voy al despacho. Hasta luego mi amor – dice Héctor dejando sobre la mesa el importe de la cuenta.






domingo, 25 de agosto de 2013

La vuelta a casa. Capítulo 2



 
Capítulo 2

La mañana del domingo se presenta fría pero para algunos, como para Bonilla, llega con resaca, dolor de cabeza y sin ganas de dejar la cama tras el palizón del día anterior. El exceso de bebida, de bailoteo, risas y  conversaciones entre amigos se confunden un poco en su recuerdo y a duras pena oye la voz de Matilde llamándole para desayunar.  Se pregunta, mientras se levanta un tanto atontado, si Héctor o Gustavo estarán igual que él y se contesta él mismo con un seguro que no, ellos tienen más aguante y no mezclaron como yo. Se mete en el cuarto de baño con la esperanza de que una buena ducha le ayude a despejarse. Media hora más tarde , algo mejor pero con la cabeza aún llena de martillazos se sienta en la cocina ante la mesa con el desayuno ya puesto. Afortunadamente Javier y Sergio ya han desayunado, están jugando en la habitación del pequeño, alejada de la cocina y apenas oye sus voces. Bonilla agradece a Matilde el gesto, no le gusta que sus hijos le vean así, no sucede muy a menudo, pero no quiere darles mal ejemplo. Mientras se toma dos aspirinas seguidas de un café negro fuerte como para resucitar a un muerto, como dice Matilde y unta una tostada con mermelada, recuerda la primera vez que se emborrachó, mejor dicho, la primera vez que le emborracharon hace años, recién llegado como nuevo a la comisaria de Chamberí con Héctor Perea al frente. Si los recuerdos de la tarde de ayer son algo turbios, los recuerdos de hace varios años, los de sus principios en el cuerpo son nítidos, como si el tiempo no hubiese pasado. Jovencísimo, ilusionado y verde, muy verde, presa fácil sobre todo para Beltrán quien le emborrachó jugando a las cartas, formaba parte, dijo el otro, de la enseñanza práctica para ser un buen policía pero su cuerpo no aguantó mucho, como tampoco aguanta ahora.
-        Boni , ¿ le has comunicado ya a Héctor que tenéis un cliente mañana a las once de la mañana? – le pregunta su mujer recogiendo el desayuno de los niños sacando a su marido de sus recuerdos.
-        ¿ Cliente, cita? ¿quién ha hecho esa cita y cómo lo sabes?
-        ¡Ay Dios como nos hemos levantado!, ya te dije ayer que no abusaras y lo de la cita te lo dije el viernes ¿ lo has olvidado por completo?
-        En este momento sí. Resfréscame la memoria pero habla bajito que mi cabeza sigue siendo un bombo.
-        El viernes, cuando fui al despacho a recoger la caja de zapatos que te habías dejado, sonó el teléfono. Era un hombre que acaba de llegar a Madrid y necesitaba contactar con vosotros cuanto antes. Le explique que estábamos cerrados y le hice una cita para el lunes ¿ de verdad no te acuerdas de nada? Le mandaba un viejo conocido vuestro que había conocido en una escala en Canarias.
-        No, no mucho pero no importa, ahora llamo a Héctor y se lo pregunto, creo que teníamos algo antes de las once ¿ Tú consultaste la agenda?
-        Sí, claro , no pensarás que voy a hacer una cita asi por las buenas, sólo me faltaría éso.
-        Vale, vale, perdona. Lo siento, ya sé que no te gusta verme así pero tampoco es para que me conteste con ese tono.
-        Ya sabes lo que te dijo el médico la última vez. La bebida no te sienta bien y desde el secuestro de Javier, recurres con más facilidad que nunca a las copas.
-        Matilde por favor, no empecemos ¿ vale? Ya te he dicho que no bebo más que antes pero tu te empeñas en ver fantasmas dónde no los hay. Voy a llamar a Héctor y luego hablamos ¿de acuerdo?
Han pasado casi tres meses desde el secuestro de Javier y Daniel pero el suceso ha dejado más huella en la familia de Bonilla que en la de Perea. Las primeras semanas se centraron en observar a Javier y se olvidaron de hablar de sus propios sentimientos y miedos. Mientras el niño ha seguido con su vida como si nada,  hablando del episodio como una aventura más que vivió junto a su mejor amigo, Bonilla ha comenzado a dudar de ser un buen padre y Matilde a sobreproteger a sus hijos. Sin darse cuenta se han ido distanciando y los silencios son cada vez más grandes cuando están juntos como evitando hablar para no discutir.
En casa de la familia Perea, Paloma acaba de llegar para recoger a María. Van a ir a despedir a Tim y Alejandro que dentro de unas horas vuelan a Londres. Esta vez será una despedida corta y las chicas están más animadas.  Las vacaciones de Navidad  están cerca, Tim regresara antes de Nochebuena y  Alejandro pasará unos día en Madrid antes de reunirse con su madre y su tía en París dónde pasaran las fiestas navideñas y el fin de año. Maria besa a sus padres y Daniel se baja a la portería a jugar con su primo Diego que anoche se quedó con sus abuelos mientras sus padres iban al cine. Asunción y Héctor se quedan solos, recogen entre los dos el comedor y las cosas del desayuno y en la cocina comienzan a hacer planes para la tarde.
-        ¿ Qué te parece si vamos a comer a un restaurante los dos solitos? Ni Daniel ni María van a comer en casa.
-        Por mi parte encantado aunque también podemos encargar un pollo y aprovechar que estamos solos para dormir la siesta.
-        Pensándolo bien me quedo con tu plan – contesta Asunción jugando con los botones de la camisa de su marido – ayer fue un día muy ajetreado y una buena siesta no vendrá mal. ¿ Llamas tu al asador o lo hago yo?
Héctor se levanta riendo del sofá y busca en la guía de teléfonos el número que necesita, marca , reserva un pollo con guarnición para las dos de la tarde,  cuelga y no le da tiempo a dar ni un paso cuando el teléfono suena.
-        Es Bonilla, en un momento estoy contigo – le dice a su mujer tapando con la mano el micro del teléfono.
Sin embargo no será así. No han intercambiado ni tres palabras cuando Bonilla le propone verse en el café Comercial y tras colgar el teléfono  le dice a Asunción con cara de circunstancia.
-        Bonilla tiene un mal día. He quedado con él en el Comercial y de paso recojo el pollo.
-        De acuerdo cariño,  pero no olvides la hora que no me gusta esperar con la mesa puesta.
-        ¿Cuándo te hecho yo éso?
-        Alguna vez que otra pero siempre por fuerza mayor – contesta su mujer dándole un beso colocándole mejor el cuello del abrigo – y Héctor ¿ no es hora de que les hablemos a Bonilla y Matilde del grupo ese de terapia sobre el que hemos escrito en nuestra revista?
-        Ya hablaremos  de eso a mi regreso y no temas. No creo que las cosas hayan llegado a tal extremo. La mesa la ponemos juntos, tu ponte guapa y recuerda nuestra siesta- contesta su marido guiñándole un ojo y cerrando la puerta.
A pocos metros del café Comercial Bonilla compra la prensa y se apresura a entrar en el local a refugiarse del frío. A pesar de ser domingo y de estar el local casi lleno,  la mesa de los detectives está libre y se sienta a esperar a Héctor. De camino al café ha subido al despacho y ha visto las anotaciones que hizo su mujer sobre el cliente del lunes. El nombre  no le dice nada pero el de la persona que le ha recomendado ya es otra cosa. Pensando en él, por segunda vez en la mañana,  no se da cuenta de la entrada de su socio y se sorprende cuando le oye decir.
-        Deja de marear el café y bébetelo que se te enfría.
-        Hola, sí, tienes razón es el segundo café en el día de hoy que me bebo frío.
Héctor hace una seña al camarero y pide dos cafés , se quita el abrigo y se centra en su amigo.
-        ¿ Cómo va tu resaca?
-        Bien, ya no me duele tanto la cabeza ¿ y tú no has tenido problemas?
-        No, esta vez no. Cuéntame porqué tienes esa cara ¿ Matilde?
-        Sí pero no quiero hablar de eso ahora. ¿ A qué no adivinas quien ha recomendado a nuestro cliente del lunes?
-        No estoy para adivinanzas Bonilla, dímelo si lo sabes que el tiempo se echa encima y me esperan en casa.
-        Está bien. Beltrán.
-        ¿ Beltrán? ¿ el traidor de Beltrán? Imposible.
-        Sí, ese el nombre que ha dado según los apuntes de Matilde, un viejo conocido llamado Beltrán que conoció en una escala en Canarias. El cliente es marino mercante le dijo a Matilde y no iba a estar mucho tiempo en Madrid.
-        No me lo puedo creer y menos que se acuerde de nosotros, además  ¿ qué hace en Canarias?  Ya, ya sé que tuvo un accidente  hace unos años y quedó impedido pero ¿Canarias?
-        Su mujer creo que era de una de las islas. A lo mejor el clima le viene bien para sus heridas.  Mañana saldremos de duda. A las once vendrá el señor Marcos Llorente y ¿crees que será un caso interesante?
-        Si no es interesante lo rechazamos , tenemos varias cosas entre manos y tú no estás pasando por el mejor momento que se diga.
-        No exageres tú también. Cada uno es como es y no lo puedo remediar, me sigo echando la culpa de lo que les pasó a los niños. Yo y mis contactos, yo y mis proyectos , yo y siempre yo y me olvido de proteger a mi familia como debería.
-        Deja de atormentarte. Confías demasiado en la gente y aunque tienes  buen olfato para los negocios, alguna vez tendría que salir algo más, pero ya ha pasado. Y todos hemos salido bien del desagradable incidente. Más culpable me tendría que sentir yo por no acompañarles al quiosco pero ¿ qué conseguiría con ello? Nada positivo, sólo sentirme infeliz. En la vida siempre hay imprevistos y no podemos, por mucho que queramos, protegernos ni proteger a los nuestros de todo.  No fue tu culpa y no quiero repetírtelo más veces, olvídalo y sincerate con Matilde. Quizá necesitéis ayuda de gente especializada en casos de postraumas. En la revista de A media voz hay un reportaje sobre ello.
-        Sí, ya lo sé. Matilde también me lo ha dicho pero, lo que más rabia me da es que me controle la bebida como si desde lo del secuestro de los niños hubiera empezado a beber y no es verdad.
-        Yo no he notado que bebas más que antes pero es verdad que mezclas demasiado y éso, como te dijo Gustavo en la boda,  no es bueno Bonilla y menos a partir de ciertas edades.

En la calle Peñalara en Ciudad Jardín, Marcos, sentado en el sillón de su padre charla con la  vecina, una señora uno poco más joven que su madre, con una memoria de elefante y muy ágil para su edad. La señora Pura conoce a su familia desde hace tiempo y ella también cree en la inocencia de Pablo como le está diciendo
-         Marcos, estoy convencida y te ayudaré en todo lo que pueda. Pablo jamás podría haber cometido tal crimen ni por asomo. Dentro de lo que cabe me alegro que tu madre no sea consciente de todo lo que ha pasado.  Lucía nunca me gustó para Pablo pero tampoco puedo decir que no le hiciera feliz y Sandra es una niña encantadora. ¡Qué pena que se haya quedado huérfana y de esta manera! ¿ Vas a ir a verla?
-        Esa es la idea pero primero quiero hablar con los detectives. Gracias por molestar a su primo.
-        De nada hijo, de nada. Ya ves, cuando me llamaste desde Las Palmas me acordé de mi primo que reside allí desde hace unos años, desde el accidente que le dejó paralítico y pensé que él a lo mejor conocía a alguien de sus tiempos de policía.
-        Y asi fue. Me dijo que personalmente prefiere ni oír sus nombres pero que como profesionales son muy buenos aunque no da ni un duro por mi caso.
-        Olvida éso, mi primo siempre fue un poco derrotista, seguro que estos detectives no piensan lo mismo. ¿Necesitas algo más para la casa? ¿ quieres que te preste otra estufa?
-        No, nada, todo está bien sra. Pura no se preocupe.  Lo que me gustaría es oír su versión de los hechos detalladamente, si no le importa .
-        Por supuesto que no me importa, al revés, lo estoy deseando.
Mientras la sra. Pura cuenta su versión Marcos va tomando nota y ya a solas, cuando la vecina se ha ido a su casa, saca de nuevo la carta de su hermano y comienza a leerla, después se levanta, llena un vaso con ron, coge del aparador la foto de comunión de su sobrina Sandra y mirándola dice: por tí Sandra, porque tienes derecho a saber la verdad y a crecer sin el estigma de ser la hija de un asesino. Tu padre era inocente y lo vamos a demostrar.

sábado, 17 de agosto de 2013

La vuelta a casa. Capítulo 1.



Estación de Chamartín, Madrid. 1 de diciembre de 1973.  
           
La estación es un hervidero de gente cuando el tren procedente del Ferrol hace su entrada a las seis de la tarde. En el andén, los familiares, conocidos y amigos que han ido a recibir a los viajeros saludan a los suyos, se abrazan y ríen pero a Marcos no le espera nadie. Maleta en mano se abre un hueco entre la gente, abandona la estación y duda entre el transporte público o ir andado hasta la casa que fuera de su madre en Ciudad Jardín. Al final decide tomar un taxi y mientras enfilan por la avenida de Pio XII la recuerda brevemente.
Antonia Villenas, viuda de Llorente hace año y medio que abandonó su hogar, su avanzada edad y su demencia senil,  que cada día era más evidente, obligó a su hijo Pablo, el único hijo que tenía en España, a internarla en una residencia recomendada por  el médico de la familia y Marcos, desde la otra punta del mundo dio su consentimiento. 
Hace dos días que llegó a España tras dos largos años de ausencia y hoy llega a Madrid con una misión clara que cumplir, por muy remota que sean las posibilidades de conseguirlo. Desgraciadamente no dispone de mucho tiempo, dentro de 3 meses tendrá que volver al buque, razón de más para no perderlo y hablar cuanto antes con los detectives que le han recomendado. Media hora más tarde abre la puerta del hotelito familiar, que a pesar del frío reinante huele a cerrado, cuelga su abrigo en el perchero del recibidor, sube las escaleras derecho a la que fuera su habitación, abre la puerta , deja su maleta sobre la cama y saca una botella de ron. Con ella en la mano baja las escaleras y entra en la cocina dónde comprueba que la bombona de butano aún tiene gas, no le han cortado la luz y hay agua .
Cuando le avisaron de la detención de su hermano, aviso que tardó  más de un mes en recibir, decidió seguir pagando el sólo los gastos de la casa pero el último recibo de la luz no ha tenido tiempo de pagarlo. Su regreso ha sido precipitado y hasta el lunes no podrá acercarse al banco. Con su hermano Pablo ya no puede contar, no regresará de la prisión de Carabanchel. A su detención siguió un juicio rápido, en un país con un atraso judicial enorme, él tuvo la mala suerte de sentarse en un banquillo a los 5 meses de su arresto. Al juicio le siguió la sentencia y a los 3 meses falleció en una de las camas de la enfermería del centro penitenciario. Uno de los celadores le encontró en su celda tiritando de frío con la piel ardiendo. Trasladado a la enfermería le trataron de una pulmonía que no pudo remontar y falleció al segundo día. El parte de su fallecimiento le llegó por cable al buque en el que, desde hace dos años, navega como marino mercante.
Marcos abre la nevera y comprueba con satisfacción que la vecina recibió su telegrama y le ha comprado lo más necesario para una semana y no se ha olvidado de rellenar la despensa. Sabe que tiene que pasar a saludarla, a darle las gracias y pagarla pero lo hará mañana, ahora necesita un trago. Con gran maña y sin apenas esfuerzo desenrosca el tapón de la botella, entra en el salón y pulsa el interruptor de la luz . En el aparador busca un vaso apropiado y lo llena hasta la mitad. Enciende las dos estufas eléctricas que su madre siempre utilizaba, se acerca a la mesita en la que reposa el teléfono, lo descuelga y confirma que tiene línea, al menos el dinero para el teléfono si llegó a tiempo. Regresa al aparador dónde había dejado el vaso con ron, lo coge y se sienta en el sillón que fuera de su padre y que su madre no dejara sentarse en él a nadie. Sonríe mientras lo recuerda, bebe su primer sorbo de ron en todo el día y su cara se tensa al sacar de su americana la carta de Pablo. La última carta que recibiera de él, de antes del proceso y que le llegara con meses de retraso. El cable con su sentencia llegó antes que la carta, pero no había mucho que leer: culpable y 30 años de cárcel. La carta por lo contrario la ha releído y releído cantidad de veces y cada vez cree más a su hermano. Junto con la carta está la tarjeta de los detectives. Ayer viernes les llamó y una señora llamada Matilde, la esposa de uno de los detectives, según le dijo, le comunicó muy amablemente, que el despacho estaba cerrado por motivos familiares hasta el día 3 pero si quería le podía hacer una cita para ese día a las once de la mañana y en eso quedaron.

Aravaca. Madrid. 1 de diciembre 1973

En efecto, la familia Bonilla y la familia Perea al completo, al igual que el resto del círculo de amigos íntimos, llevaban unos días preparando una boda. Boda que hoy  se ha celebrado, ante una mesa cubierta con un paño blanco, una cruz en el medio y centros de flores en las esquinas que ha servido de altar. Les costó bastante  obtener el permiso, tuvieron que convencer a los del arzobispado de Madrid pero lo consiguieron. El donativo que recibieron por el favor otorgado fue bien recibido, el propio obispo designó a un sacerdote amigo para oficiar la boda y como ellos deseaban se han casado y no como mandan los cánones.
Una gran carpa con calefacción, situada en el jardín de la casa de los novios, sirve de iglesia y dentro de ella, dos filas de sillas, adornadas con flores en los respaldos, una alfombra roja en el medio que llega hasta la puerta de la terraza con salida al jardín, aguardan a los invitados. Un toldo blanco cubre la distancia entre la carpa y la puerta de la terraza y María, al igual que Clara, Suzanne, Irenita y Paloma siguen abriendo sus ojos maravilladas y admiradas mientras esperan, vestidas iguales como buenas damas de honor,  su turno para desfilar bajo el toldo y entrar en la carpa.
Ante el altar el novio, Martín y los chicos, sus padrinos. Todos ellos vestidos con frac y nerviosos. Alejandro y Tim lo disimulan como pueden colocándose su corbata mejor el uno y el otro jugando con el alfiler que prende en ella. Daniel y Javi  juegan con el clavel que llevan en el ojal y miran constantemente hacia la entrada de la puerta de la carpa.
 A las dos en punto entra la novia acompañada de Domingo Vallejo seguida de sus damas de honor. La ceremonia es sencilla, sin misa y sin liturgia, sólo la comunión, el evangelio  y la lectura de algunos pasajes de la biblia recuerdan que asistimos a una ceremonia religiosa.
En la primera fila y sentado en el regazo de Asunción está el hijo de los novios. El pequeño, a sus cuatro meses no quita la vista de su madre quien al entrar le ha hecho una caricia y le ha dado un beso. Tras el intercambio de las promesas y el de los anillos el sacerdote da por terminado el servicio bendiciendo a todos los presentes. Los novios reciben los parabienes y los besos de sus invitados, posan contentos con ellos ante el fotógrafo y pasan al salón de la casa, dónde ya está todo preparado para servir el ágape nupcial. La empresa contratada se ocupa de todo y mientras los invitados comen disponen la carpa para el baile que vendrá después.
Tras los brindis, emotivos por parte del novio y de Vallejo en nombre de todos, la pareja abre el baile y al segundo se unen los demás. Daniel baila con quien se preste, con Javi, con su madre y con su hermana a quien tiene que arrebatar de los brazos de Tim o de su padre. Paloma con Alejandro ríe escuchando lo que Suzanne les cuenta e Irene y Clara son sacadas a bailar por su abuelo y su padre. La fiesta continúa hasta casi las doce de la noche, los mellizos de Gustavo y Aurelia hace rato que duermen en un sofá junto a Sergio y Daniel está a punto de caer rendido al igual que su amigo Javier. Asunción decide que ha llegado el momento de regresar a casa y tras ella desfilan los demás.
Una hora más tarde, con Daniel y María ya soñando, Asunción y Héctor siguen comentando la boda antes de quedarse dormidos.
-        Estoy de acuerdo con María, la boda ha sido preciosa. Una de las más bonitas a la que he asistido ¿ no crees?
-        ¿Sin contar las nuestras, claro? – contesta su marido con una pregunta
-        Por  supuesto – responde Asunción riéndose, dándole un golpecito en el brazo-  no me contestes con otra pregunta que es de muy mal gusto.
-        ¿ Estás insinuando que tengo mal gusto?- responde su marido con ganas de juego.
-        Yo no insinuo nada, pero no eludas mi pregunta y deja la mano ahora por un momento quieta que no me dejas concentrarme.
-        Vale, tienes razón. La boda ha estado muy bien, nos lo hemos pasado fenomenal, ha sido original, todos hemos disfrutado muchísimo, sobre todo las chicas pero yo me quedo con las nuestras, no lo pudo evitar.La sensación que sentí la primera vez cuando te vi entrar del brazo de Bonilla, aún la guardo muy dentro de mí – le dice Héctor sin dejar su mano quieta y jugando ahora con un mechón de pelo de su esposa.
-        Yo también, eso ni lo dudes y ya que estás tan hablador, recuérdame como era ese sentimiento que no me canso de oírlo.
-        Júbilo, en una palabra. Nunca antes había sentido esa sensación tan intensa de felicidad que me llenaba por completo y a cada paso que dabas más orgulloso que estaba de que me hubieras elegido a mi como hombre, como padre de nuestra hija y como esposo. Estabas guapísima con ese vestido que tu misma te hiciste con ayuda de tu madre. Te sentaba de maravilla y Aurelia me decía que el escote que llevaba se llamaba escote barco , con mangas tres cuartas y velo de tul . A mi me daba lo mismo como se llamase, si la tela era de raso o de tafetán y el velo de encaje o de tul, yo sólo veía a una mujer guapísima que era la mía y nada más..bueno sí también me fijé  en la diadema de flores blancas que llevabas sujetando el velo porque hacían juego con los pendientes que te regalé cuando nació María.
-        Fue idea de Matilde, ya lo sabes. Quería llevar esos pendientes y a ella se le ocurrió lo de la diadema y la encargó como regalo de boda. La verdad es que yo estaba preocupada cuando andaba del brazo de Bonilla, por un lado la emoción que no me cabía en el pecho me nublaba la vista y por otro la diadema me tiraba del velo, temía enredarme con la cola y que se me cayera el velo y Héctor, mil veces que naciera mil veces que te buscara y encontrara , de eso puedes estar seguro – le dice mirándole fijamente a los ojos y continúa tras darle un fugaz beso en la boca-  Tendrías que haberte visto allí en el altar, estabas muy elegante con tu traje azul italiano recién estrenado , atractivo como siempre pero ese día aún mucho más, tenías un aura especial, tus ojos brillaban y tu sonrisa era aún más hechicera que nunca.
-        Eramos un pareja de película – ríe Héctor – como dice María cada vez que mira las fotos de nuestra primera boda. Si quieres podemos pasarnos toda la noche hablando de ese día o de nuestra boda en Venecia o pasamos ya a la acción ¿que prefieres ?
-        ¿ Y lo preguntas? – contesta Asunción riendo apagando la luz
-        ¿ Quien decía que no se contesta a una pregunta con otra pregunta? – responde Héctor perdiéndose ya en su cuerpo.