viernes, 31 de octubre de 2014

El diario del padre de Pilar. Capítulo 1.

Febrero 1974

En el centro de la inmensa sala, sobre una plataforma tapizada con una moqueta con dibujos de hojas otoñales, un atril con un micro, una mesa larga de caoba y sillas. Sobre la mesa unos micrófonos, unas cartulinas dobladas con los nombres de los  primeros participantes, unas jarras con agua, vasos y junto a ellos unas servilletas. Detrás de la mesa una gran cortina de terciopelo y adosada en ella el cartel del acto escrito en tres idiomas, holandés, francés y en inglés:  Derde Europese Congres van detectives, Troisième Congrès européen de détectives, Third European Congress of detectives y tras la cortina las cabinas de los traductores.

Las sillas, sillas de alto respaldo con apoyabrazos y asiento tapizado de terciopelo rojo como las cortinas, colocadas en forma de abanico, frente a la mesa,  están ya ocupadas por los invitados venidos de varios países europeos.  Hablan entre ellos a media voz  mientras esperan a que el acto comience. En primera fila, sentada junto a un colega de Barcelona, se encuentra Asunción esperando a que su marido salga por la puerta que hay a la izquierda de la mesa. La sala está llena, no quedan sillas vacías y hasta han tenido  que poner algunas más, el interés ha sido mayor de lo que esperaban y ha desbordado un poco a los organizadores que tuvieron que improvisar a última hora, algo a lo que los belgas están muy acostumbrados. Por tercera vez, Bruselas acoge un congreso de detectives europeos, de los países que conforman la Comunidad Económica Europea y de sus aspirantes, como España. Al acto acuden policías, abogados, profesores de universidad y periodistas como oyentes y algunos como ponentes en el debate que cerrará el segundo día de este congreso y que ha conseguido reunir en esta tercera edición a  más de 50 detectives y 200 invitados.

Asunción y Héctor habían llegado el día anterior, al medio día, al aeropuerto de Zaventem, a unos 14 kilómetros de Bruselas en un vuelo de Iberia. Al congreso tenía que haber asistido también Bonilla con su mujer Matilde pero una apendicitis aguda, que requería cirugía urgentemente dio al traste con los planes. Bonilla no quiso dejar a Matilde convaleciente en casa y ahora Héctor tiene que hablar en nombre de la agencia y leer la nota de Bonilla.  El congreso, el 14 y el 15 febrero,  jueves y  viernes les da la oportunidad de pasar el fin de semana en Bruselas y si les da tiempo visitar Brujas.  El viaje, en avión,  se les hizo corto y en el mismo aeropuerto tomaron el tren que les dejó en el mismo centro de Bruselas, en la estación Central. Desde allí fueron andando hasta el hotel, situado cerca de la calle donde se encuentra el pequeñín más famoso de Europa haciendo pis en la concha de la fuente, luciendo cada semana un uniforme diferente, conocido por Manneken Pis, nombre flamenco y original de la figura pero que los valones, de habla francesa prefieren llamarlo Le Petit Julien. En el hotel donde se alojan se celebra el congreso, y en la recepción hablan español asi como algunas de las camareras para gran alivio de Héctor, que las pasó ya menudas para comprar los billetes del tren. Para el congreso no tenía miedo, Bonilla le había asegurado que habría 5 intérpretes traduciendo simultáneamente y que las sillas estaban dotadas de unos auriculares y un aparatito con unos números.

 “solo tienes que pulsa el número del idioma deseado y podrás seguir toda las intervenciones sin     problemas. Los intérpretes trabajaban normalmente en la sede de la Comunidad Económica Europea y son muy profesionales” le había explicado su socio, amigo y ya hermano tras tantos años de estar juntos.

Asunción, al ver salir a los participantes por la puerta y sentarse en la mesa deja de habla con su compañero de silla, se pone los auriculares y fija su mirada en su marido como lo habían acordado. Allí estaba, sentado a la mesa, ocupando el puesto de Bonilla, el tercero de la izquierda, con su traje azul oscuro, la camisa de color crema que le había regalado ella por navidad, la corbata roja con la letra hache, muy minúscula, en forma de dibujo regalo de María por reyes y el alfiler que le había comprado Daniel.

-        Así no te sentirás tan solo papá, nos llevará a nosotros contigo ¿ prometes que te lo vas a poner? -       había dicho María cuando estaban haciendo la maleta.
-        Eso, eso, promételo –había insistido Daniel.
-        Prometido princesa y prometido campeón.

Asun recuerda esas palabras mientras contempla a su marido, ahora con los auriculares puestos, escuchando la introducción que unos de los organizadores está haciendo. Nota que Héctor está nervioso y nota que la mira fijamente, como ella a él y  la conversación que tuvieron en el tren, de camino a Bruselas, acude a su mente.

-        No entiendo tus nervios – le había dicho Asun– no es el primer congreso al que acudes, ya me acompañaste a Roma el año pasado.
-        Era vuestro congreso y yo no tenía que participar para nada y además el italiano se entiende muy bien pero aqui no hay Cristo que se aclare, uno habla holandés , el otro francés, el otro alemán , el otro inglés, parece la torre de Babel.
-        En eso te doy la razón cariño. En Bruselas los flamencos hablan holandés y los valones francés, y los dos son idiomas oficiales,  más todos los que trabajan en CEE complica las cosas. Según dijo Bonilla lo mejor es hablar en francés.
-        Quien pueda que yo tres palabras y ya es mucho pero ¿ por qué dijo eso?
-        Los de habla francesa se niegan a hablar holandés mientras que los de habla holandesa si notan que eres turista hacen el esfuerzo de cambiar al francés.
-        ¡Qué país más raro!, la mitad habla un idioma y la otra mitad otro.
-        Y una provincia, la de Luxemburgo, habla alemán, dijo Bonilla .
-        Lo dicho ¡Babel!, mom amour ¿lo he dicho bien?- pregunta Héctor atusando un mechón a Asun  y aprovechando para darle un besito en el cuello.
-        Trés bien mon chèri – contesta Asun
-        No sé lo que has dicho pero me ha gustado – comenta Héctor dándole un beso en la mano sonriendo – por mi parte puedes decírmelo toda la noche entre pausa y pausa.

La entrada del tren en la estación central impidió que contestara- seguía recordando Asun-  pero en su mente ya estaba repasando algunas frases que le enseñara Irene junto a Almudena y que todavía guardaba en un cuaderno y que no dudaría en pronunciar esa noche, como así fue.

Tras llegar al hotel, asearse un poco y ponerse Asun unos zapatos más cómodos para caminar por los adoquines del centro de Bruselas, salieron a pasear y a comer algo por el Grote Markt con sus edificios góticos y neogóticos.  La Plaza del Mercado Grande, la famosa plaza rectangular de Bruselas con su impresionante ayuntamiento gótico, rodeada de 33 casas que antiguamente representaban a los diferentes gremios, hoy todas reconstruidas, conservan su antiguo nombre.  Entre ellas destaca  la panadería, het Broodhuis en flamenco o la Maison du Roi en francés que hoy alberga al museo de la ciudad. La casa que representaba al gremio de los lecheros, llamada Den Cruywagen o la Brouette en francés es hoy una cervecería dónde Asun y Héctor degustan la típica cerveza de color caoba, fabricada antiguamente por los monjes trapenses y que lleva su nombre: trappistenbier. Al salir de la cervecería se perdieron por una de las bocacalles de la plaza, abrazados como dos enamorados haciéndose carantoñas, en parte porque el frío de febrero invitaba a ello, porque les apetecía un montón y el día de los enamorados era al día siguiente y se notaba en el ambiente.  Acallaron su hambre en un restaurante de comidas caseras, dónde comieron un puchero de verduras con patatas y carne, típico de la zona flamenca y más tarde regresaron al hotel.  Al pasar por la fuente de Manneken Pis, vestido de marinero en ese día, se pararon a contemplarlo aprovechando que ya no había tantos turistas viéndolo.

-        ¿ Cómo puede ser famoso una cosa tan pequeña  -  pregunta Asun a su marido recostando su cabeza sobre su hombro abrazándole la cintura y tiritando por el frío.
-        Ni idea, porque pequeñajo lo es un rato pero según Bonilla es el signo de la tolerancia de la ciudad. ¿ Tienes tanto frío?
-        Sí, estoy helada, me tenía que haber puesto los pantalones y la cazadora. El vestido y este abrigo son demasiado ligeros para este clima.
-        El hotel está en la próxima esquina ¡ echemos una carrera!- dice Héctor cogiendo a Asun de la mano emprendiendo la carrera

Corrieron la pequeña distancia que les separaba del hotel y al llegar allí tomaron un chocolate caliente en la cafeteria del hall, mojando los mini grofes que les habían servido en el humeante chocolate.  Disfrutaron como dos niños limpiándose los bigotes que delataban la bebida y más tarde, ya en la habitación, llenaron la bañera, utilizaron la función hidromasaje, que en lugar de relajarles les excitó más de la cuenta. Fue una noche de frases francesas, chocolates pralines y champán francés, por gentileza del hotel, una noche loca que vivieron y gozaron como dos recién casados como se confesaron por la mañana.

-        Asun ¿ te funciona bien el auricular? – le pregunta el colega de Barcelona sacándola de sus recuerdos.
-        Sí, ¿ por qué lo preguntas?
-        Por nada, perdona, me parecía que lo tenías apagado, no veo que brille ningún número.
-        Es que está apagado, lo apagué después de comprobar que funcionaba y ahora lo voy a poner de nuevo, cuando termine el alemán le toca a mi marido. La verdad, el señor que traducía antes del danés era tan monótono que me aburría.
-        Tienes razón, no era muy bueno ¿ te puedo invitar a tomar algo durante la pausa?
-        No te molestes pero he quedado con mi marido en la sala donde están los participantes.
-        Ah sí, claro, disculpa tú.

Al terminar su turno el detective alemán, Héctor coloca su micro y empieza a leer la nota de Bonilla, después, sin nota, habla del paso de los dos por la policía y  propone uno de los  casos de su agencia para el debate. Mientras Héctor habla Asun se embelesa con la voz de su marido que llena la sala y acapara muchas miradas, como la de una de las señoritas que sirven el café que no le quita el ojo de encima. Cuando termina su turno, Asun aplaude como una loca y se levanta corriendo para salir a su encuentro, tras su intervención viene una pequeña pausa y Héctor ya la espera a la entrada de la sala, donde los invitados a la mesa se reunen  con sus familias.

-        Has estado estupendo cariño, eras el más apuesto de todos y al único que he entendido sin auriculares – ríe Asunción tras saludarle con un abrazo y un intenso beso a su marido sin importarle las miradas de los otros.
-        Lo último lo entiendo perfectamente pero lo de apuesto ¿ estás segura? , ¿ el danés no te gusta?
-        Poef! No gracias, con un rubio de ojos azules tengo suficiente, además, esas canitas en las sienes te sientan muy bien y el danés no te supera en nada, bueno sí, en estatura.
-        Y en idiomas – ríe Héctor. ¿ De verdad que lo he hecho bien? No sabes como me temblaban las rodillas mientras hablaba, menos mal que tenía el atril delante de mi y no se veían mis piernas y me he concentrado en ti , como me habías dicho, y en parte me he olvidado del público .
-        Eres el mejor mi amor, hoy puedes creértelo – responde Asun apurando su café dispuesta a volver a la sala no sin antes volver a besar a su marido.

De camino a la sala principal Asunción pasa primero al baño de señoras y al salir se encuentra con la joven de melena rubia  que no quitaba el ojo a Héctor.

-        Perdón señora – le dice la chica en un buen castellano – por favor, dele esta carta al señor Perea. Es muy importante para mi. No puedo explicárselo ahora. Mi turno aqui ha terminado y tengo que estar en la Universidad dentro de una hora. Gracias.

A Asunción no le da tiempo a decir nada, la chica desaparece entre la gente y se queda mirando a la carta. Comprueba en su reloj que aún quedan unos minutos para reanudar el acto y entra de nuevo al baño de señoras y abre la carta. Su contenido es escueto pero su instinto de periodista le dice que deben acudir a la cita,  la historia puede interesar a los detectives pero también a la revista. Tras guardarse la carta en el bolso, retocarse el pelo mirándose al espejo, regresa a la sala, a su silla y el resto de la mañana se le hace pesada, deseosa como está de que Héctor lea la carta , mejor dicho la nota, y que sean las 8.30 de la noche para ir al café de la dirección anotada, en la calle de la Bolsa, de Beursstraat, cerca de la Plaza del Mercado Grande.